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lunes, 28 de septiembre de 2015

Barro: El avión que antes fue broma


La estampa de la entrada de Barro por la N-550: un avión fantasma que ‘duerme’ en un paisaje rodeado de chatarra.

Tres vecinos se unieron a principios de los 80 para fabricar un avión de chapa y convertirlo en un bar. Tras recorrer las fiestas con él, ‘aterrizaron’ en la entrada de Barro, en una parcela de A Portela. Después de su cierre, el avión cayó en el olvido


Pocas o ninguna de las personas que con frecuencia transitan por la N-550 entre Pontevedra y Barro habrán pasado por los primeros kilómetros del vial en el segundo municipio sin fijarse en un particular ‘hito’ que se encuentra en el arcén izquierdo del mismo.

Se trata de una gran pieza de chatarra oxidada que conserva la forma de un avión. Las primeras veces, si uno tiene menos de treinta años o se ha borrado su memoria, cuesta incluso asociar lo que ven los ojos a la realidad y descubrir un avión de hojalata que duerme bajo el óxido y la maleza. Esa figura, que actualmente está rodeada de otras piezas de chatarra procedentes de una empresa ubicada en las proximidades, es el único vestigio que queda de una aventura empresarial emprendida en su día por tres socios del municipio que acabó dotando a Barro del local hostelero más singular de la comarca.

Efectivamente, ese avión que permanece como un fantasma entre los árboles era un bar. Se llamó ‘Bar O Avión’, pero el nombre era solo popular, porque los propietarios habían apostado por ‘Las tres M’. "Éramos dous Modestos e un Manolo", indica precisamente Modesto, uno de los que lo pusieron en marcha, a principios de los años 80.

El avión nació como una broma en el seno de una excursión de estos tres vecinos con sus esposas. "Penso que estabamos en Cuenca, cando vimos un bar dentro dun avión de verdade que nos gustou moito, e volvimos a Galicia coa cabeza quente. Propuxémonos facer un e levalo polas festas e non paramos ata conseguilo".

La capacidad de trabajo de los dos Modestos y de Manolo hizo que el avión tardase poco en ser real y en convertirse en un proyecto empresarial solvente. "Ibamos polas festas e chamábannos das máis importantes: as da Peregrina en Pontevedra, as festas de Santiago de Compostela, as de Vilagarcía, o Carme de Marín, pero inaugurámolo nunha edición da Festa do Viño de Barro", recuerda este empresario, que sigue teniendo otro negocio en el municipio.

El avión logrado en los talleres de estos tres emprendedores, a simple vista, podía engañar a un profesional, pero fue hecho a mano y su fuselaje no sería capaz de soportar la presión de los 30.000 pies de altura de un vuelo comercial.

A pesar de ello, parece, aún con el paso de los años, una pieza compacta. Sin embargo, era todo lo contrario. Más bien podría compararse con un gran puzzle de metal. "Era un armazón con pezas de chapa galvanizada que fomos facendo e que se unían cuns peches parecidos aos das portas dos camións. Por dentro, cubriamos cun tapizado todas as paredes, e tiñamos un mostrador e cadeiras e mesas. Todo de calidade. Ata usamos madeira de teka", recuerda Modesto.

El que fue uno de los "padres de la criatura" dice que esa época acarreó una gran fuente de trabajo a los tres socios. "Ata dicían os dos outros restaurantes das festas que se ía o avión, eles non ían. Iamos nós e as nosas mulleres e tiñamos que levar a máis xente para poder despachar. Non era o noso negocio e non sabiamos moito, pero penso que o fixemos ben, porque xa daquela tiñamos cousas como o de levar unha pulpeira", relata.

"CUSTOU MOITO". La que hoy es una vieja carcasa, en su día causó la admiración de todos sus clientes y algún que otro gasto. "Non direi cifras, pero para pór un exemplo, pensabamos que ía custar unha peseta e ao final custou 10.000", afirma Modesto, tratando de orientar sobre el desembolso que les supuso la aventura empresarial. Si los clientes de entonces llegasen a saber el trabajo que daba montarlo, la impresión sería mayor. "Tiñamos preto de 40 mantas para envolver cada peza, e ao chegar había que desenvolver e montar todo para poder atender. Ao acabar, o mesmo".

Eso, principalmente, fue lo que hizo que los empresarios se cansasen de las fiestas y, al final, decidieran ‘aterrizar’ en Barro. "Puxémolo nese terreo e seguimos atendendo. Foi igual un éxito, porque Barro pasou a ter un bar único". Solo el paso del tiempo, cerca de una década, y la necesidad de atender los otros negocios que tenían, separó a los tres socios de aquel sueño de chapa galvanizada blanca.

Al final, el establecimiento se cerró y se vendió todo: la parcela y el avión. Sin embargo, el comprador, otro vecino ilusionado con aquel bar único, no llegó a volver a abrirlo.

Han pasado unos 20 años desde el cierre definitivo del avión, y la falta de mantenimiento lo ha convertido en algo difícil de reconocer. La historia de cómo aquella aventura empresarial llegó a acabar sobre los cuatro pilares que lo sostienen también está cada vez más atrás en el tiempo y, en la actualidad, la construcción llama más la atención por su tétrico y desolado aspecto que por su originalidad.

El propio Modesto considera "imposible" que el bar-avión vuelva a abrir. "Está todo moi estragado e aínda que os novos donos o tentaron fai uns anos, parece que xa nunca será aberto", apostilla.
"A xente di: quedamos no avión"
Modesto reconoce que no le impresionaría la desaparición definitiva del avión. "Aínda que, claro, xa non é noso. Hai anos que nos desvinculamos e ata perdimos as fotos e recortes que tiñamos daquela época".

Sobre el efecto que produce en la entrada del concello, no considera que tenga nada negativo. "Pasou de ser un lugar de encontro como era o bar, a formar parte de Barro. A xente xa di, quedamos na zona do avión, ou iso sucedeu onde o avión. Xa colleu aparencia como se fose unha sinal máis da estrada, un fito do camiño. Non está tan mal".

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