Cuando volvió de dos días intensísimos de promoción de su primer libro en Madrid, estaba asustada. Bromeaba diciendo que solo quería llegar a casa y hacer cosas heteropatriarcales, como pasear de la mano por la calle con su novio. Quería estar tranquila, sin que nadie juzgara que a sus 30 años se haya convertido, casi sin quererlo, en un referente de esa nueva corriente feminista liderada por gente joven, moderna, fresca y dispuesta a defender la igualdad sin guetos. Para conseguirlo, Diana López Varela ha plasmado en su ensayo No es país para coños. Sobre la necesidad de una sociedad feminista su propia vida. Lo hace igual que entre amigos: con autocrítica, humildad y, sobre todo, humor. Mucho humor. Solo que ante miles de personas.
Esta nueva corriente feminista tiene su origen, en muchas ocasiones, en Internet. ”Hay una gran herramienta indudable que, por una parte, trajo mucho acoso, y por otro, visibilizó mucho el movimiento, que son las redes sociales. Creo que gracias a ellas muchas mujeres y chicas se atrevieron a hablar y a denunciar cosas que no hacían cara a cara o en la policía”, explica. “Han servido para aglutinar en torno al feminismo a un montón de gente joven que ha empezado a ver todas esas actitudes machistas que tenía asumidas como normales, y que ha tenido un espacio donde contarlas y compartirlas con otras personas. Ha sido un altavoz increíble”, reconoce. Con sus diferencias de opinión sobre la prostitución -se declara abiertamente abolicionista, por estar muy ligada a la trata de mujeres-, el porno -por la misma razón- y los vientres de alquiler. “Yo no diría que hay diferentes corrientes, diría que hay diferentes feministas”, dice.
DOCE ESTUPIDECES
Todas ellas defienden una postura común, aunque no siempre fácil. “Lo
pasé mal entre la entrega y la salida del libro pensando en la reacción
de mis padres, porque a mis amigos no les iba a afectar, y de las
relaciones que menciono de pareja no aparece el nombre. Solo se dará
cuenta si lo quiere leer la persona que salga, y tampoco creo que hable
mal de nadie en concreto, sino que hablo de cosas patéticas que yo he
hecho con determinadas personas“, dice. Hagamos una revisión: de las
doce estupideces por amor que cuentas en el libro, ¿cuántas has repetido
en el último año? Suelta una carcajada. Las repasa una a una, y sigue
riendo. “Soy igual que hace dos años, da igual que haya escrito este
libro”, bromea, y responde: “Renovar su armario [el de su pareja],
limpiar su casa, son cosas que hago siempre, y mentir en el sexo”. Solo
tres. Entonces, ¿el feminismo se aprende? “Se aprende y hay que
practicarlo. Y muchas veces te ves haciendo alguna gilipollez y luego
eres consciente de ello. Y no significa que por ser feminista vayas a
dejar de hacer muchas cosas, pero sí adquieres conciencia, intentas no
hacerlo, o hacerlo mejor la siguiente vez, y creo que es una cuestión
constante, de que estamos tan educadas en ciertas prácticas y ciertos
comportamientos con respecto a los hombres”. Entre ellas, mentir en el
sexo. “Para los hombres el sexo es la gran patada al ego. Si le dices a
un chico que no has terminado se lo toma como que no has disfrutado y es
un mal amante. Y eso es porque tienen muy poca costumbre, y porque
detrás de nosotras nuestras madres, abuelas, tatarabuelas y los primeros
simios mintieron desde hace 250 millones de años”.Sara y Suso han leído, por fin, el libro: “Mi padre se partía de la risa y el capítulo que más gracia le hizo -y es muy curioso y demuestra que los hombres quieren saber muchas cosas sobre las mujeres- es el de la regla”.
http://www.lavozdegalicia.es/noticia/fugas/2016/11/18/hombres-sexo-gran-patada-egoapropiacion-indebida-this-is-acting-buscando-beso-medianoche-pais-conos/0003_201611SF18P8991.htm
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