Ante la falta de oportunidades laborales en la ciudad, Luciano Cepeda regresó al rural en el 2011 para vivir del campo
«A crise cambioume a vida, pero a mellor», sostiene
un joven vecino de Barro que se vio obligado a dejar el andamio y el
martillo por la parra y la tijera de podar. Con quince años dedicados a
la construcción que le permitieron formar una familia, Luciano Cepeda se
vio, de golpe y a causa de la crisis, sin trabajo. Harto de entregar
currículos sin suerte y de «traballar sen cobrar ou por un prato de
caldo», decidió dar un giro radical a su vida. Abandonó el cemento y el
ruido de la ciudad, por la tierra y la tranquilidad del campo. Desde
hace cuatro años gestiona un viñedo que le hace «moi feliz».
Nacido en Valga en el año 1982 en el seno de una
familia rural, Luciano Cepeda comenzó a trabajar como obrero a los
quince años de edad. Acompañado de su pareja, se mudó a Caldas donde
construyeron una vida que en el 2010 estuvo a punto derrumbarse al
perder su trabajo.
«Tiña que pagar aluguer, luz, auga e había que buscar
unha maneira de vivir». Después de trabajar una temporada en la
vendimia, le picó el gusanillo de la viticultura y decidió jugárselo
todo a una carta.
Alentado
por un pariente, Cepeda decidió hacerse cargo de pequeñas plantaciones
de vecinos de Barro, que al ser mayores ya no podían mantenerlas, y se
las cedieron a Luciano a cambio de un porcentaje de la producción.
«Eu cando comecei coa viña non sabía nin descorchar
unha botella de viño», confiesa Luciano, aunque ahora ya es todo un
experto en el cuidado de la vid. «Podo, ato, dou sulfato, sego, desneto e
vendimo, que é o único que non me gusta do traballo», presume el
viticultor que lleva un año asentado en Barro.
Optimismo con el cambio
Paseando bajo las parras, Luciano se muestra
realmente entusiasmado con su nueva profesión. Al mismo tiempo que quita
las hojas sobrantes o las uvas pochas de la vid, rememora sus inicios,
que no fueron fáciles. En el primer año asumió un enorme riesgo, puesto
que la cosecha se paga a año vencido. «Sen ingreso ningún, tiven que investir todo o que tiña», admite Cepeda. De hecho cuando le comunicó la decisión a su familia, «dixéronme que estaba tolo», recuerda entre risas. Sin embargo, la situación actual ya es más desahogada porque «se pasas o primeiro ano, xa pasou todo».
Tanto es así que si mañana mismo le llama una empresa de la construcción, Luciano lo tiene claro. «Quédome coa viticultura, sen dúbida», sentencia el agricultor y añade «co traballo que me deu chegar aquí, sería tirar con estes catro anos e nunha empresa non sabes canto tempo vas botar», explica.
Y es que el negocio va viento en popa. Su intención
es ampliar la plantación en cinco mil metros cuadrados más, llegando a
los treinta mil metros cuadrados para la próxima temporada. «Este ano a viña vai dar sobre 25.000 quilos, de aí o 10 % ou 15 % lévao o dono da parra, un pouco máis do 7 % é para gastos, quédame un 40 % que son catorce ou quince mil euros», resume Cepeda.
Admite Luciano Cepeda que «de viño non entendo, só sei diferenciar un branco dun tinto, pero de coidado da viña si que sei».
De hecho aprendió un truco muy útil de un vecino del lugar, «parece un chiste pero non é», advierte antes de ilustrarlo.
«El dicíame, cando teñas ganas de mexar, faino debaixo da parra,
mentres, miras cara arriba e vas quitando as follas ou uvas secas», bromea un Luciano que anima a los parados a emprender una aventura laboral en el rural gallego.
http://www.lavozdegalicia.es/noticia/agro/2015/08/17/crisis-bajo-andamio-subio-parra-barro/0003_201508P17C4991.htm
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