A los cuidados jardines de varias familias se suman dos floristerías en pocos metros, tojos y unas plantas municipales
Flores que te quiero flores. La frase sale del alma ahora mismo, con la primavera en plena explosión, en casi cualquier punto del rural pontevedrés. Pero uno necesita gritarla especialmente cuando llega a sitios como la travesía de San Antoniño, en Barro. En invierno, esta calle no deja de ser un espacio un tanto desangelado; con una N-550 atravesándola siempre llena de coches y poco atractivo estético. Pero la cosa cambia en esta estación. Puede que sea una de las calles con más flores por metro lineal de toda la comarca. En las proximidades de la casa consistorial, pegados a la carretera nacional, hay varios jardines tan cucos como cuidados, hay dos floristerías -y eso que San Antoniño no es un punto comercial de grandes dimensiones- y la estampa florida se completa con tojos que crecen libres o con la aportación de verde que hace el Concello en algún punto.La ruta de las flores comienza en la acera en la que está el ambulatorio. Una casa casi pegada a la carretera tiene delante un jardín donde las calas blancas y amarillas mandan. La dueña es Pilar. Y dice de sí misma que es «la señora de las flores». Le encantan. Así que a nada que encuentra un rincón de tierra ella planta y planta. Invita a pasar hasta uno de los laterales de la casa y descubrir que, allí, tiene todo un vergel. Hay especies de todo tipo. Y todas en flor.
Casi enfrente, sin tener que dar muchos pasos, hay otro jardín florido. Su cuidado es cosa de otra mujer: Ramona. En su caso, lo tiene lleno de azaleas y de camelias. Las primeras le encantan. Las segundas no tanto. Tampoco está muy contenta ella con un gato que se le coló en su jardín: «Temos un da casa que é boiño, pero apareceu un branco e non hai quen o saque de aí. Non sei de onde viría», cuenta ella. Ramona, que peina los 84 años e insiste en que tiene numerosos achaques, es la que se encarga de cuidar el jardín. Le gusta, sobre todo, regar y podar cuando hace falta. Le da pena que le hagan la foto a su jardín sin haber florecido todavía los gladiolos. «É unha marabilla velos, cando son os Miragres lévoos e locen moitísimo. ¡Que bonitos son!».
Justo en la casa de al lado vive otra Pilar, familiar de Ramona. Ella también es forofa de las flores a pie de carretera. En su caso, las tiene colgadas en la pared y son azaleas de color rojo. «Encántame velas así bonitas na primavera», explica. E insta a ver también el jardín de casa de sus suegros... ubicado a unos metros en la misma travesía. Ahí también hay flores por doquier. Y no solo eso, sino también un estanque lleno de peces de colores y con agua corriente. Es el único cuyo cuidado depende de un varón. No está en casa. Pero habla por él su hermano: «Encántalle telo bonito, a pena é que algún peixe xa foi morrendo», cuenta.
La estampa florida de San Antoniño la completan las floristerías de Ana o Elena. También unas plantas que puso el Concello e incluso lucen bien bonitos las chorimas de una finca.
http://www.lavozdegalicia.es/noticia/pontevedra/2017/04/08/travesia-flores-metro-lineal-barro/0003_201704P8C2991.htm
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