Entre Pontecesures y Tui, la nacional recorre un surco histórico donde perviven leguarios del siglo XVIII al borde de la carretera
Cuando se cruza el Ulla en Pontecesures por la N-550, el viajero sigue un camino aún más legendario que el tramo coruñés. El corredor natural de la depresión meridiana es al sur del gran río mucho más evidente. El tren, la antigua y la actual N-550, el Camino Real y la calzada romana comparten este gran pasillo natural que parte desde la cuenca del Miño en Tui. Unas veces superponiéndose unos a otros. En ocasiones, buscando vericuetos alternativos que permiten recordar cómo eran estos viejos surcos. La arqueología de la carretera cobra aquí más sentido, pues incluso se mantienen media docena de leguarios del Camino Real entre Compostela-Padrón y Pontevedra, construido a finales del siglo XVIII y coincidente en muchos tramos con la calzada actual.
Después de recorrer el antiguo trazado de la nacional en Pontecesures -ahora la calle principal del casco urbano-, la carretera enfila hacia el sur dejando recodos a ambos lados con curvas que fueron suavizadas con el paso del tiempo. Entre Valga y Caldas de Reis destaca un tramo de este tipo en el que la maleza, milagrosamente, solo ha respetado la línea continua central de la vieja carretera de la primera mitad del siglo XX. Como si se resistiera a desaparecer del todo.
Ya en Caldas de Reis, ahora rodeada por una variante construida a principios de este siglo, un vecino muestra un pequeño tramo del Camino Real. Explica que es anterior a la construcción del puente que pasa al lado del balneario. «Para cruzar el río había unas losas, y después una rampa», que servía para acceder a la fuente y el lavadero de aguas termales, cuenta. Sorprende lo familiarizado que está con los rumbos antiguos de su pueblo. El surco del Camino Real vuelve luego a la carretera, como lo demuestra un leguario perfectamente conservado a la salida de Caldas. La legua era originariamente una medida itineraria, pues se basaba en la distancia que se podía recorrer en una hora a pie o a caballo. Fue en el reinado de Felipe II cuando se estableció la equivalencia con las 6.666 varas castellanas (5.572 metros). El leguario tenía adosado un reloj de sol, para que los viajeros tuvieran una cierta noción temporal del trayecto. Los números romanos aún se leen. Solo falta el gnomon, la pieza cuya sombra se proyectaba sobre el reloj.
Quitamiedos del franquismo
Más adelante, en San Antoniño, se conserva un tramo de carretera de la posguerra, con los célebres quitamiedos de piedra del franquismo. Este tramo en la falda de la ladera se quedó sin uso a mediados de los noventa, cuando se mejoró el trazado en esta zona. Diego, con sus tres perros, recuerda el estrés que ocasionaba el paso constante de coches y camiones: «Os cans non terían unha vida moi larga se isto seguira sendo a estrada. Lembro incluso un coche que se empotrou contra a nosa casa». La vieja nacional es ahora un tranquilo rueiro por el que se puede pasear sin miedo.
Hacia el sur, en Cerponzóns, se localiza el único tramo identificado como la vía romana XIX, muy cerca de la N-550. Aunque existe una controversia entre expertos sobre qué calzada romana circulaba por esta zona -algunos creen que es la XX-, lo que está claro es que esto ya era un itinerario romano en el 350, año en el que se colocó un miliario en honor del emperador Magnencio que fue hallado en esta zona y que se conserva en el Museo Provincial de Pontevedra. Una réplica de este miliario -la milla romana equivaldría a 1.480 metros- está situada en lo que ahora es parte del Camino Portugués. Los peregrinos parecen más motivados caminando por una senda con tanta historia, hasta que un tren de alta velocidad pasa sobre ellos por un viaducto que sobrevuela el pasado. El contraste certifica que los caminos modernos se superponen sobre los viejos.
La ruta histórica atravesaba el puente de O Burgo, en Pontevedra, y el río Verdugo en Ponte Sampaio. En Cesantes, un gran leguario en forma de panel informativo -en la piedra se inscribieron las distancias a las ciudades- destaca con su frontón clásico. Un vecino que está en el bar de al lado pregunta si es muy antiguo. «Eu son de aquí, pero non o sei». Cuando se le dice que es del siglo XVIII, cuenta la tradición de las mujeres del pueblo consistente en tirar una piedra al frontón. «Se quedaba arriba, casaban», dice. Efectivamente, en el frontón hay un pequeño montón de piedras casamenteras.
El fin o el principio de la carretera está cerca. En algunos tramos desafectados sobreviven mojones kilométricos del franquismo, poco antes de llegar a Tui. Allí, la vieja carretera termina en un puente metálico sobre un pequeño arroyo. La más reciente N-551 le arrebató el privilegio de cruzar el Miño.
Algunos restos clave de la antigua carretera
(Los números hacen referencia al gráfico superior. Las cortinillas sirven para comparar el trazado antiguo con el actual. Para ello arrastra hacia un lado el punto central)
9-El trazado intacto de San Antoniño
En esta localidad se conserva un tramo de 500 metros de la antigua carretera, con los quitamiedos de piedra del franquismo.
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