Pepe Magariños, conocido como Pepe de Rey, en su taberna moderna, con una foto de cuando era niño y ya corría por este negocio de Barro. CAPOTILLO
A este hombre se le encogió el alma cuando no pudo seguir con la tasca que regentó su abuelo Ramón. Hace quince años, una carambola del destino le dio la oportunidad de reabrirla, y lo hizo modernizándola
Quienes confían en el destino dicen que lo que está de ser siempre acaba siendo; aunque a veces por el camino parezca imposible. Algo de eso hay en la historia de Pepe Magariños y Dolores Candal, propietarios de ATaberna de Rey, de Barro, ubicada en la parroquia de Curro, a tiro de piedra de la carretera que va de Pontevedra a Vilagarcía. Ellos llevan quince años en el local y solo de esta etapa tendrían para escribir un libro, porque el negocio fue de menos a más y ahora, lejos del aspecto de tasca tradicional, su taberna es un moderno restaurante donde vecinos y forasteros se pirran por los callos, el pulpo a la cazuela o la tortilla de trufa y queso de tetilla. Pero sería injusto empezar la historia con ellos. Porque, en realidad, su establecimiento nació con el abuelo Ramón y resurgió por un corazón partido. Y eso, sin duda alguna, merece ser contado.
Vayamos a mediados del siglo pasado, con las penurias de la posguerra todavía en la chepa de aquella Galicia donde trabajar no era casi nunca sinónimo de prosperar. Entonces, un hombre llamado Ramón se quedó viudo y alquiló una taberna que ya funcionaba en Curro y que empezaba a ser una institución, dado que era donde paraba el autobús o donde se cobraban los recibos de la contribución. Ramón dio el callo y se mantuvo varias décadas al frente del local, en el que lo mismo vendía vino que material para la construcción. En ese negocio le fueron ayudando sus hijos y, un día, también comenzó a pulular por allí, aún en pañales, su nieto Pepe. El rapaz había nacido en casa, pero sus padres, emigrantes en Venezuela, lo llevaron para allí y lo mandaron de vuelta todavía siendo muy pequeño. Así que Pepe pasó a criarse entre los clientes de la taberna, con el abuelo Ramón y con una tía, a la que siempre consideró su madre, cuidándolo.
El chiquillo creció y, cuando el abuelo dejó la tasca, intentó seguir adelante con el negocio. Pero no pudo ser. Pepe reconoce que se le partió un poco el corazón en aquel momento, a finales de los años ochenta. Y lo mismo opina su mujer, Dolores, que ya vivió junto a él ese momento porque llevan cuarenta años casados:«Foi duro, pero non nos alugaban o sitio e non se puido seguir. Pepe tiña moita morriña, dáballe moita mágoa», cuenta ella. El matrimonio probó suerte en otros ámbitos, desde la venta de frutas a la recogida de leche y finalmente montó varias granjas de pollos en Barro. Hace quince años, cuando ya no se les pasaba por la cabeza el asunto hostelero, todo dio un giro de 180 grados: «De pura casualidade, veu por Barro unha xente que mercara o local da taberna e que querían unha finca para facer uns chalés. Eu cambieilles a casa pola finca... eles non construíron ao final e nós reabrimos a taberna», resume Pepe.
Pepe Magariños, conocido como Pepe de Rey, en su taberna moderna, con una foto de cuando era niño y ya corría por este negocio de Barro. CAPOTILLO
Reconoce que en la decisión de ser taberneros de aldea —aunque en una ubicación clave, cerca de una salida de la AP-9, del polígono industrial o de las ciudades de Pontevedra y Vilagarcía— pesó, sobre todo, la parte emocional: «A min facíame ilusión volver ter este negocio en marcha. Porque sempre foi un sitio de moita xente e con moito arraigo. Nesta taberna, na parte de atrás, chegou a estar a escola e tamén había baile. Os tempos aqueles non son os de agora», cuenta con entusiasmo. Luego, añade que antes de que su abuelo alquilase la taberna ya la regentaba otra persona, así que puede que su fundación se remonte a cerca de cien años atrás.
El abuelo Ramón había bautizado la taberna con su apellido, Rey. Y, cuando hace quince años Dolores y Pepe cogieron las riendas, pensaron en cambiarlo. Pero se rindieron ante la evidencia: «Todo o mundo lle ía chamar A taberna de Rey, porque sempre foi así. E ademais Pepe aquí é Pepe de Rey... non se podía cambiar». Continuaron con la denominación de taberna, pero le cambiaron el formato. Ellos ya no montaron una de esas tiendas bar donde se podía tomar una taza mientras se compraba papel higiénico. Ellos fundaron una tapería que funcionó bien y que, poco a poco, fue girando hacia el restaurante que hoy es. «A idea non era medrar tanto, pero as cousas foron indo así. Agora mesmo damos uns 70 menús cada día e tamén traballamos con carta», explica Dolores, jefa de cocina. En el equipo son cuatro personas y a mayores Pepe, que debe andar con cuidado porque su corazón, ese que le hizo ser tabernero como el abuelo Ramón, a veces se empeña en darle la lata.
Casualidad o fruto de lo que vivieron en casa, tienen dos hijos formados en hostelería, uno cocinero y otro camarero y profesionales de la red de paradores. Su madre cree que es poco probable que ellos, que volaron por sí solos, continúen con el negocio familiar. Pero no se atreve a decir ni una cosa ni la otra. Porque quién iba a decirle a ella y a Pepe que seguirían al abuelo Ramón.
https://www.lavozdegalicia.es/noticia/pontevedra/pontevedra/2023/04/07/taberna-nacio-corazon-partido/0003_202304P7C8991.htm
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