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martes, 13 de febrero de 2018

De codearse con los artistas a charlar con peregrinos rusos


Dejó hace un lustro su trabajo en el mundo de la producción musical y cogió las riendas del albergue público de Barro

Imagínense la papeleta. Los Spliknot, una banda de metal estadounidense formada a mediados de los noventa cuyos componentes salen al escenario con máscaras, tocaban en Santiago hace casi una década. Y nada más aterrizar en la ciudad del Apóstol pidieron algo que, quizás, creyeron que era bien fácil de conseguir: querían tomarse uno de esos cafés gigantes del Starbucks, la cadena hostelera tan común en algunas partes del mundo. Imagínense a los productores del concierto con los ojos como platos... ¡El Starbucks más cercano estaba en Oporto! Esa anécdota la vivió en primera persona Jorge López, que entonces trabaja en la producción de grandes eventos musicales. Él no recuerda muy bien si se llegó a ir hasta Oporto en busca del café o si se conformaron con una infusión made in Compostela. El de los Spliknot solo es un ejemplo que pone cuando uno le pregunta por las anécdotas de su anterior vida. Sí. Porque Jorge antes vivía la noche. Y ahora vive el día. Antes trabajaba en la producción musical y ahora es hospitalero en Barro, en un albergue que abre incluso el mismísimo día de Navidad.
Vayamos al inicio. Jorge es natural de Barro. Estudió Administrativo y empezó pronto a hacer pinitos laborales. El primer chollo, que combinaba con los estudios, fue de repartidor de supermercado en Pontevedra. Tuvo varias ocupaciones más, entre ellas un bar en Caldas. Pero recaló durante varios años en una de esas tiendas por la que pasaron muchas generaciones de jóvenes. Rubén trabajó en la tienda de discos Tipo de Pontevedra, en una época en la que, como él bien recuerda, «se vendían discos [refiriéndose a cedés] como churros». Recuerda que tenían muy buena salida las letras de Extremoduro o Reincidentes, la música de Mago de Oz o el rock de los Red Hot Chily Peppers y su incombustible Californication. Pero reconoce que en aquel momento, en cuestión de ventas, había un español al que nadie le tosía: «Vendín moitos cedés de Alejandro Sanz, do seu Corazón partío, aquel que tiña a portada de cor verde», cuenta.

https://www.lavozdegalicia.es/noticia/pontevedra/barro/2018/02/13/codearse-artistas-charlar-peregrinos-rusos/0003_201802P13C12993.htm


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