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lunes, 21 de marzo de 2022

«Ai, filliña, filliña»: el desgarro del adiós a Jéssica, la víctima del presunto crimen de Barro

El entierro de Jéssica Mendez, a media tarde del domingo, en la parroquia pontevedresa de Verducido.
 El entierro de Jéssica Mendez, a media tarde del domingo, en la parroquia pontevedresa de Verducido. MONICA IRAGO

Centenares de personas acudieron al entierro de esta mujer, de 29 años, a la que presuntamente un vecino que la acosaba la embistió mortalmente con su vehículo


Mucho antes de las seis de la tarde, la hora a la que comitiva fúnebre con el cuerpo de Jéssica Méndez, la joven a la que supuestamente mató un vecino de Barro tras provocarle un accidente de tráfico, llegó a la iglesia, decenas de personas permanecían en los alrededores del templo de Verducido, su parroquia natal. No se hablaba en voz alta del tiempo. Ni de la guerra. Ni de nada. El silencio sobrecogía. En los corrillos, casi entre susurros, el único motor de las conversaciones era la impotencia que sentía todo el mundo. «¿Como puido pasar esta barbaridade?», se escuchaba. Luego, se recordaba quién era Jéssica cuando la vida brotaba por su habitual sonrisa. «Era a rapaciña máis boa. Valía para todo. Tiña unhas mans de costureira tremendas e axudaba en todo», señalaba una vecina. Todos le daban la razón. Sobre las seis, con la llegada del féretro, las pocas voces que se oían se apagaron de repente. Entonces, el sonido desgarrador del llanto de su madre llenó de lágrimas el atrio: «Ai filliña, filliña», dijo. Y en esas tres palabras quedó condensado todo el dolor del mundo.

A Jéssica le rezaron dentro de la iglesia, aunque su funeral tendrá lugar mañana, martes. El templo se quedó muy pequeño porque su sepelio fue multitudinario. Luego la enterraron en el cementerio anexo, entre muchas lágrimas y rosas rojas que se marcharon con ella. Allí estaban todos los suyos, sus padres, sus hermanos, su pareja y muchísimos más familiares y amigos. Hubo un grito desolador, terrible, que sonó en medio de la despedida. Y con él hubo más llanto.

Ya terminado el funeral, las palabras en recuerdo a esta mujer sirvieron para llenar una tarde totalmente desoladora. Se le recordaba colaborando en la parroquia de Verducido, con la asociación de vecinos o allí donde se lo pedían. Se ensalzaba la predisposición para trabajar que tuvo desde niña, cómo había aprendido a coser «siendo una chavalita» y cómo se desvivía por sus dos hermanos pequeños. Y, también, se destacaba lo «hermosa que era por fuera y por dentro». La palabra «flor» asociada a ella iba de boca en boca mientras las rosas que no se marcharon sobre su féretro se colgaban delante de su lápida de mármol blanco.

 Las flores con mensaje

Que Jéssica, de 29 años de edad, estaba ilusionada con la vida que había iniciado junto a Ismael, su pareja, con el que se había trasladado a vivir a Portas, es algo que cuentan muchos de sus allegados. También había muestras de ello en su despedida. Había flores con un mensaje muy claro: las coronas florales de sus padres y sus hermanos eran compartidas con sus cuñados y suegros. Y en la esquela también aparecían los progenitores de Ismael como parte de la familia de Jéssica.

Aunque la rabia y la impotencia por los indicios de que su muerte en un accidente de tráfico no fue fortuita, sino fruto de un crimen, recorría el cuerpo de muchos de los presentes, nadie empañó su despedida con palabras de odio. No era el momento ni el lugar. Se marchó con muchas lágrimas de una legión de gente joven y también de centenares de mayores, con el sol brillando sobre la piedra del cementerio de Verducido en el que ya descansan sus restos. 

Convocan una concentración en Barro para esta noche «en repulsa do asasinato de Jéssica Méndez» 

El entorno de Jéssica Méndez, con el apoyo del colectivo feminista de Pontevedra, convocó para esta noche un acto delante de la casa consistorial de Barro. La convocatoria es clara: «Concentración en repulsa ao asasinato de Jéssica Méndez». Tendrá lugar a las 20.00 horas de hoy.

Esta es la primera convocatoria de este cariz tras la muerte, el viernes, de Jéssica. Con la investigación en marcha, todas las miradas apuntan a lo que pueda pasar hoy en el juzgado, donde el hombre al que la Guardia Civil detuvo acusado del homicidio, un vecino de la víctima de 41 años llamado José Eirín, tiene que declarar. Seguramente, tras su paso por las instalaciones judiciales empiecen a aclararse algunas cuestiones. Primero, habrá que ver si el juzgado entiende lo mismo que los agentes del instituto armado y, por tanto, considera que la muerte de Jéssica Méndez no fue un accidente, sino que detrás hay un crimen.

Luego, si en el juzgado se entiende que sí puede haber un homicidio, también habrá que dilucidar una cuestión: ¿Se trata o no de violencia de género? Es difícil saberlo. Normalmente, de acuerdo con la ley, se consideran crímenes de ese tipo en los que media una relación sentimental, que no es el caso. De momento, para la subdelegación del Gobierno y hasta que actúe el juzgado, «se trata de un accidente de tráfico».

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