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miércoles, 10 de agosto de 2016

Dos maneras de llevar el mar al interior


En Barro, el pescado sigue llegando en furgoneta, casa por casa, mientras que Cuntis tiene su propia plaza de abastos

¿Qué ocurre cuando en donde uno vive no hay pescadería? Teniendo en cuenta que el pescado y el marisco son parte indispensable de una alimentación equilibrada, es obvio que los vecinos del interior de la comarca de Pontevedra no se van a quedar sin sus merluzas, rapantes o xoubiñas. Viajar a Pontevedra con ese único fin sería un tanto caro, así que si Mahoma no va a la montaña, la montaña viene hasta Mahoma.
El día para Toño Cancela empieza temprano, a las 4. Arranca su furgoneta y se encamina hacia Vigo. Allí, en la lonja de la ciudad olívica adquiere el pescado que espera vender a lo largo de esa mañana. También para en Marín. Él y su hermana, desde primera hora, recorren el municipio de Barro arriba y abajo -cada uno en un vehículo-. El inconfundible pitido de la furgoneta marca su llegada, aunque no son pocas las vecinas y vecinos que esperan ya en la puerta.
«Os martes hai moitísimo chollo. Pensa que vimos do fin de semana, e de que o luns non houbo peixe. Hoxe ata as dúas non creo que acabe», explica Toño mientras recorre la parroquia de Portela y, cada pocos metros, hace la respectiva parada. «A maioría das veces xa sabes o que quere a xente porque máis ou menos baste quedando coa rutina e os hábitos».
Abre la puerta trasera y muestra la mercancía. «¿Que tes hoxe?», pregunta una vecina. «O que queiras: sardiña, xoubas, calamares, pescada, rapante... Todo boísimo, dígocho eu», responde Toño. El proceso roza una vuelta a lo tradicional, a la intimidad que supone ir casa por casa, abasteciendo a sus inquilinos. En su mayoría son mujeres de edad avanzada, aunque también hay algún nieto que viene a recoger el encargo que su madre o abuela dejó pedido días atrás. «Este o da túa tía, e este o da túa nai. ¡Non os confundas!», le dicta el pescadero.
Una mirada, un par de preguntas y las manos de Toño que van recogiendo el pescado y mostrándolo. Luego, en una pequeña balanza que cuelga del techo de la furgoneta se pesa como en cualquier pescadería típica. ¿Hay trato? Se paga, se cierran las puertas y a la siguiente puerta.
«É un bo traballo. A verdade e que temos a sorte de poder vivir desto e ter bastantes clientes. Na práctica, cubrimos a gran maioría de Barro. Eu nesta zona -Portela e Curro- e a miña irmá cara Barosa». Es el sustento del pontevedrés. No tiene ningún puesto fijo de venta ni nada similar. Trabajo y oficina van sobre ruedas, literalmente.
En Cuntis, aquí sí que metafóricamente, el pescado vuela. Son las once y cuarto de la mañana y apenas queda mercancía. Javier Chayán lleva vendiéndola a lo largo de toda la mañana. «¡É que tes que chegar algo antes! Aquí ventilase moi rápido, sobre todo en días así», reconoce el cuntiense.
Tiene su pescadería en la plaza de abastos de la villa termal. Un punto de venta fijo al que los vecinos acuden a comprar el pescado del día, que esa misma mañana compró y recogió en Vigo para llevar hasta sus bandejas.
Javier también tiene cuatro furgonetas bajo sus órdenes. Estas viajan velozmente a través de todo el municipio y llegan hasta otros concellos como Valga o A Estrada. «É un servizo a maiores, para cubrir todos os fogares que temos na zona do Umia», señala.
Ayer los rapantes se habían agotado. «En verán véndese moitísimo peixe. Primeiro porque está máis barato, e máis doado collelo. Segundo, porque o tempo dá de si, é unha comida saudable, que entra moi ben. Xa non só o peixe, tamén falamos de marisco. É unha época na que se pide moito así que hai que telo», explica Javier. Por supuesto, también trabaja por encargo, si un cliente quiere algo en concreto, solo ha de pedírselo para tenerlo lo antes posible.
Sea en furgoneta o en una plaza, los vecinos del interior se surten del pescado más fresco de nuestros mares. Siempre del día y convenientemente comprado por profesionales que llevan décadas en este oficio. Javier, por ejemplo, ha estado por más de 20 años trayendo el mar hasta Cuntis. Fue un cometido heredado de sus padres, y es su deber y oficio seguir manteniendo la tradición.
Los pitidos de Toño despiertan el hambre en la zona de Barro. Incluso la de algún gato del lugar, que ha aprendido a esperar pacientemente su pequeña ración que el pescadero le lanza mientras atiende a sus clientes de pago. «Tamén teñen dereito a comer algo, ¿non?», ríe.
Dos maneras de adquirir pescado, dos maneras de comer saludable. El que no quiere llevarse el mar hasta casa en Cuntis o Barro, es simplemente, porque no quiere. Antón y Javier se lo llevan hasta la puerta.



http://www.lavozdegalicia.es/noticia/pontevedra/cuntis/2016/08/03/dos-maneras-llevar-mar-interior/0003_201608P3C5991.htm

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