En Barro, el pescado sigue llegando en furgoneta, casa por casa, mientras que Cuntis tiene su propia plaza de abastos
¿Qué ocurre cuando en donde uno vive no hay
pescadería? Teniendo en cuenta que el pescado y el marisco son parte
indispensable de una alimentación equilibrada, es obvio que los vecinos
del interior de la comarca de Pontevedra no se van a quedar sin sus
merluzas, rapantes o xoubiñas. Viajar a Pontevedra con ese único fin
sería un tanto caro, así que si Mahoma no va a la montaña, la montaña
viene hasta Mahoma.
El día para Toño Cancela empieza temprano, a las 4.
Arranca su furgoneta y se encamina hacia Vigo. Allí, en la lonja de la
ciudad olívica adquiere el pescado que espera vender a lo largo de esa
mañana. También para en Marín. Él y su hermana, desde primera hora,
recorren el municipio de Barro arriba y abajo -cada uno en un vehículo-.
El inconfundible pitido de la furgoneta marca su llegada, aunque no son
pocas las vecinas y vecinos que esperan ya en la puerta.
«Os martes hai moitísimo chollo.
Pensa que vimos do fin de semana, e de que o luns non houbo peixe. Hoxe
ata as dúas non creo que acabe», explica Toño mientras recorre la parroquia de Portela y, cada pocos metros, hace la respectiva parada. «A maioría das veces xa sabes o que quere a xente porque máis ou menos baste quedando coa rutina e os hábitos».
Abre la puerta trasera y muestra la mercancía. «¿Que tes hoxe?», pregunta una vecina. «O que queiras: sardiña, xoubas, calamares, pescada, rapante... Todo boísimo, dígocho eu»,
responde Toño. El proceso roza una vuelta a lo tradicional, a la
intimidad que supone ir casa por casa, abasteciendo a sus inquilinos. En
su mayoría son mujeres de edad avanzada, aunque también hay algún nieto
que viene a recoger el encargo que su madre o abuela dejó pedido días
atrás. «Este o da túa tía, e este o da túa nai. ¡Non os confundas!», le dicta el pescadero.
Una mirada, un par de preguntas y las manos de Toño
que van recogiendo el pescado y mostrándolo. Luego, en una pequeña
balanza que cuelga del techo de la furgoneta se pesa como en cualquier
pescadería típica. ¿Hay trato? Se paga, se cierran las puertas y a la
siguiente puerta.
«É un bo traballo. A verdade e que
temos a sorte de poder vivir desto e ter bastantes clientes. Na
práctica, cubrimos a gran maioría de Barro. Eu nesta zona -Portela e
Curro- e a miña irmá cara Barosa». Es el sustento del
pontevedrés. No tiene ningún puesto fijo de venta ni nada similar.
Trabajo y oficina van sobre ruedas, literalmente.
En Cuntis, aquí sí que metafóricamente, el pescado
vuela. Son las once y cuarto de la mañana y apenas queda mercancía.
Javier Chayán lleva vendiéndola a lo largo de toda la mañana. «¡É que tes que chegar algo antes! Aquí ventilase moi rápido, sobre todo en días así», reconoce el cuntiense.
Tiene su pescadería en la plaza de abastos de la
villa termal. Un punto de venta fijo al que los vecinos acuden a comprar
el pescado del día, que esa misma mañana compró y recogió en Vigo para
llevar hasta sus bandejas.
Javier también tiene cuatro furgonetas bajo sus
órdenes. Estas viajan velozmente a través de todo el municipio y llegan
hasta otros concellos como Valga o A Estrada. «É un servizo a maiores, para cubrir todos os fogares que temos na zona do Umia», señala.
Ayer los rapantes se habían agotado. «En
verán véndese moitísimo peixe. Primeiro porque está máis barato, e máis
doado collelo. Segundo, porque o tempo dá de si, é unha comida
saudable, que entra moi ben. Xa non só o peixe, tamén falamos de
marisco. É unha época na que se pide moito así que hai que telo»,
explica Javier. Por supuesto, también trabaja por encargo, si un
cliente quiere algo en concreto, solo ha de pedírselo para tenerlo lo
antes posible.
Sea en furgoneta o en una plaza, los vecinos del
interior se surten del pescado más fresco de nuestros mares. Siempre del
día y convenientemente comprado por profesionales que llevan décadas en
este oficio. Javier, por ejemplo, ha estado por más de 20 años trayendo
el mar hasta Cuntis. Fue un cometido heredado de sus padres, y es su
deber y oficio seguir manteniendo la tradición.
Los pitidos de Toño despiertan el hambre en la zona
de Barro. Incluso la de algún gato del lugar, que ha aprendido a esperar
pacientemente su pequeña ración que el pescadero le lanza mientras
atiende a sus clientes de pago. «Tamén teñen dereito a comer algo, ¿non?», ríe.
Dos maneras de adquirir pescado, dos maneras de comer
saludable. El que no quiere llevarse el mar hasta casa en Cuntis o
Barro, es simplemente, porque no quiere. Antón y Javier se lo llevan
hasta la puerta.
http://www.lavozdegalicia.es/noticia/pontevedra/cuntis/2016/08/03/dos-maneras-llevar-mar-interior/0003_201608P3C5991.htm
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