Elsa Gestoso, cortando tela para las mascarillas en la primera oleada de la pandemia. DP
La covid-19 ha dado un giro radical a la historia y ha puesto al límite a nuestra sociedad, pero el saldo negativo que el virus está dejando en forma de fallecimientos, secuelas o cierre de empresas no impide que, en el lado positivo de la balanza, se acumulen historias en las que la humanidad ha mostrado su mejor cara. La solidaridad y la capacidad de respuesta de muchos y muchas ciudadanas ha tomado mil formas desde el minuto cero de la crisis sanitaria y ahora cuatro de esas personas rememoran cuáles fueron sus motivaciones para tomar la iniciativa en aquel momento.
Coser y sobrellevar la quimio
No es mujer de "querer dar pena", ni de grandes ansias de protagonismo, así que el gran mérito que tiene la vecina de Barro Elsa Gestoso es doble, ya que ha accedido a contar lo que le estaba pasando hace un año, cuando se decretó el estado de alarma. Por aquel entonces una de sus preocupaciones era recuperarse de la rotura de un brazo que había acabado de apearla del mercado laboral. Tras una buena temporada trabajando en una mercería en Pontevedra estaba en casa, recibía rehabilitación para su lesión y completaba un ciclo de quimioterapia para hacer frente a un cáncer que había atajado hace seis años, pero que reapareció hace algún tiempo y no se va. "Ao ser paciente de risco, de inmediato me suspenderon a rehabilitación e me vin pechada en casa", recuerda. Fue entonces cuando supo del grupo de Costureiras Solidarias de Barro, que estaba empezando a fraguarse alrededor de Ana, una profesora de labores que empezó a buscar patrones y a realizar gorros protectores para el personal sanitario, mascarillas y todo el material de apoyo que era tan necesario. "Falei cunha rapaza que coñecía que estaba coas costureiras de Meis, e ela pasoume o número das de Barro, e comecei", recuerda Elsa, que buscaba "algo, porque estar parada, sen facer nada, e co tratamento pode ser terrible. Desde que empecei, estiven meses cosendo, ata que xa paramos porque non facía falla".
Entre todas cosieron miles de mascarillas que se repartieron gratis en Barro a los vecinos, a los niños del colegio y a otras localidades. "Levantábame ás oito e xa me poñía a coser. E podiamos botar oito horas ao día ou dez", explica la vecina de Porráns, de 55 años, que solo se prestó a reducir la carga "cando tiña quimio, porque -non fai falla explicalo moito a quen pasa por isto-, a veces a medicación faicho pasar fatal". Precisamente por eso poder hacer algo era tan importante. "Coser mascarillas foi o que me fixo levantar cabeza. Pensaba que me tiña que levantar para coser, e non me deixaba ir, porque doutro xeito, sen esa rutina e ese contacto diario coas compañeiras, non sei que tería feito", reconoce. "E bueno, grazas a deus, superei aquel ciclo e sigo aquí", explica, añadiendo que, justo este fin de semana inicia una nueva serie de sesiones del tratamiento.
Paciente de alto riesgo como es, Elsa no se puede permitir muchas salidas, y menos aún podía entonces. "Meu home dicía que, como ía coser para fóra, pero acabou dándome algo de razón: eu pensaba nos sanitarios que o precisaban, nos veciños e en min mesma, que se quería saír da casa ou me tiñan que ingresar, non tiña mascarilla". Con el tiempo "desta volta á costura, ata saíu un traballo que vou realizando cando podo e que tamén me mantén ocupada nunha actividade que é a que me gusta e sempre foi a miña profesión", concluye.
"Pregunta se pode facer algo"
Tenía 13 años cuando decretaron el estado de alarma, pero no se pasó los meses más duros de la crisis sanitaria lamentándose por no poder ver a los amigos, o por lo que se perdió en el IES Tenorio, en donde cursa estudios. Fernando Campos, de Cerdedo-Cotobade, dedicó todo ese tiempo a poner su afición de maker al servicio de los demás fabricando con su impresora 3-D viseras protectoras con las que el personal que trabajaba en los sectores esenciales se protegió de contagios de la covid-19. Su madre, Rocío Diz, recuerda como su supermercado, en Carballedo, se convirtió en un sitio de entrega de estas viseras e "como tiven que facer un grupo de Telegram para intercambiar modelos e conseguir filamentos". Algunos, incluso les donaron el material para poder seguir fabricando y compartieron conocimientos con toda la familia, implicada en la causa. "Doou a toda a familia, ao Cash no que compro eu, a ducias de veciños, a sanitarios e a comercios de toda a zona", recuerda. Un buen día, las mascarillas pasaron a ser obligatorias y la impresora de Fernando volvió a ser un objeto de ocio, aunque el joven "a veces pregunta se fai falla algo, e consultamos no grupo", por si es posible todavía ayudar a quien lo necesite.
"Os nenos levan as máscaras"
Maribel Carbia también cosió con el grupo de Barro. "Lembro o esforzo de Elsa, e o gran traballo de Ana, que nos cordinou e buscou os patróns". Esta vecina de Perdecanai recuerda que "comezamos cos gorros, porque unha de nós é sanitaria e nos dixo que facían falla, pero fixemos mascarillas, suxeita máscaras e bolsas para metelas". El grupo, compuesto por 18 costureras contó con "José Sanmartín, que empezou a moverse para traernos as teas e as gomas, pois de seguido esgotamos todo" y también "con Protección Civil, que repartía o materíal e recollía as máscaras para entregalas onde as necesitaban". Maribel reconoce que "foi un tempo duro, pero aínda hoxe vexo aos nenos que van ao cole con aquelas máscaras que fixemos cando non había nada e faime ilusión".
"Todo deu moitas voltas desde entón, e ata abrín a miña propia fábrica"
Alberto Pérez también vivió su propia versión de la pandemia gracias a su voluntad por cambiar las cosas. La escasez de material le preocupaba, pero su perfil no es el de un costurero o costurera, así que lo que hizo fue modificar una máquina de sellar colchones de la fábrica en la que trabajaba para fabricar mascarillas con la ya famosa tela TNT (tejido no tejido) que es la misma que en su factoría había en abundancia, dado que se usa para revestir los colchones. Alberto sacó adelante un cambio que permitió que se fabricasen mil mascarillas al día, lo cual, comparado con la capacidad de producción de las máquinas de coser, incluso industriales, era entonces un gran avance. Tras sacar varias tiradas que se entregaron gratis o se vendieron a cambio del precio del material, llegó un momento en que la actividad de la nave de Ultraconfort, en Bértola, pudo volver a su cauce y se dejó aparcada la vía de las mascarillas.
"Protección Civil de Vilaboa e Soutomaior, os veciños de Vilaboa, algúns de Soutomaior, e unha gran partida para Poio son as entregas que lembro que fixemos, así por enriba, nos primeiros días de traballo", indica el empresario, que reconoce que "daquela non se podía saber como ía evolucionar a crise sanitaria, aínda que eu penso que poucos esperabamos unha vacina en seis meses, como dixeron ao principio. Tela en un ano paréceme algo moi bó en comparación co que pensaba entón", aclara.
La situación, a nivel económico, "foi mala para a hostalería, pero outros sectores, como noso e o de todo o relacionado co fogar sobreviviron porque a xente tivo que quedar na casa e empezou a darlle importancia e investir en mobles, piscinas ou elementos de xardín", añade, para explicar que, "todo deu moitas voltas desde maio e a raíz de aquilo, acabei abrindo a miña propia fábrica".
Ahora es él el que dirige su propia empresa, Grupo Lirón, ubicada en O Campiño y que se dedica también al mundo de los colchones. "Desa experiencia sacamos a idea de que temos que facer uns colchóns acaídos ás necesidades que temos en Galicia: á humidade, ao tipo de casas, ao uso que se lles dá...". A mayores, el empresario reconoce que tampoco las mascarillas han dejado de estar presentes en su vida. "Non é que agora sexan escasas, pero usamos a experiencia que tivemos para facer algúns encargos e sacar mascarillas con logotipos, personalizadas e adaptadas ás empresas, aínda que penso que esa non vai a ser a nosa principal liña de negocio, senón secundaria, dado que agora si hai abundancia de máscaras".
De lo sucedido entre marzo y mayo de 2020, el empresario recuerda "o medo que había e esa sensación de ir só de aquí para alá, tratando de localizar pezas, torneiros e solucións para a máquina. Os policías ou gardas civís parábanme e preguntaban, pero non me mandaban para casa, senón ao contrario. Dicíanme, a ver si lo consigues. Eran tan escasas que máis de un me pediu se tiña para eles ao darme o alto e saber que as fabricaba":
https://www.diariodepontevedra.es/articulo/comarca-de-pontevedra/coser-mascaras-foi-meu-xeito-levantar-cabeza/202103211212161132692.html
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