Doce militares gallegos asesinados en la región donde vive el erasmus afgano

Herat es una de las zonas más violentas del país y los talibanes entran y salen imponiendo su tiranía// El joven estudiante, tras su paso por la Universidade de Santiago, pide ayuda para poder sacar a su madre y sus hermanos “del infierno”

Para darse cuenta de la magnitud del peligro que corre la familia y el propio A.K., el erasmus afgano que estuvo en Santiago, solo bastaría mencionar que es uno de los bastiones principales del grueso de las fuerzas talibanes. Y de las más violentas por su integrismo radical.

En Herat, ciudad situada en el valle del Hari Rud al oeste del país y cerca de las montañas, en el año 2005 se instaló una base del ejército español que permaneció durante diez años sufriendo ataques constantes por parte de los insurgentes, a pesar de que su misión era la de apoyar e instruir al ejército de Afganistán.

Esa región de la que habla con tanto horror como desesperación el joven A.K. que, a través de EL CORREO GALLEGO, pide ayuda para regresar a Compostela y poder salvar a su madre y hermana, fue escenario de las peores pesadillas para los militares gallegos que formaron parte de las campañas internacionales bajo el paraguas de Naciones Unidas.

En esta zona dejaron sus vidas doce soldados nacidos en nuestra comunidad víctimas de acciones terroristas. Dejando al margen el accidente del Yak-42 en Turquía, con 72 víctimas mortales, es Harat el escenario de más tragedias mortales.

Diez jóvenes gallegos, pertenientes a la Brilat y destinados en Pontevedra, perecieron en el accidente-atentado (nunca se aclaró del todo pero en fuentes militares se sigue insistiendo que se trató de un ataque en toda regla).

Ocurrió el 16 de agosto de 2005 cuando el helicóptero en el que viajaban 17 militares españoles en unos ejercicios por la zona Shindand, en Herat, fue derribado, cayó a tierre y allí dejaron sus jóvenes vidas Gonzalo Casalderrey Názara, de 25 años y natrural de Pontevedra; Pablo Iglesias Sancho, 24 y de Lugo; Daniel Abreu Fernández, 24 y de Vigo; Diego González Blanco, de Ourense, 27; Isaac Calvo Piñeiro, de Ferrol, 20; Iván Vázquez Núñez, de Coirós; 20; Pedro Sanmartín Pereira, de Barro, 23; Jesús Casal Rivera, de Vigo, 26; Diego Prado López, de Vilalba, 20 y José Ángel Martínez Parada, de 21 años y natural de Ribeira. Todos ellos menores de la edad que ahora tiene A.K. y ellos fueron a Afganistán para que familias como la del erasmus de ese país pudieran vivir en libertad, lo que él reclama en la carta que se publicaba en nuestro periódico el pasado miércoles.

No fueron los únicos que fallecieron en territorio tan hostil. El 21 de febrero de 2007 la sociedad gallega se conmocionaba al conocer las circunstancias del atentado que acabó con la vida de la soldado Idoia Rodríguez Buján, natural de Friol-Lugo y con 21 años de edad.. Viajaba en un blindado ambulancia dentro de un convoy que iba a dar apoyo a un destacamento italiano. Una mina colocada por los terroristas acabó con su vida. Era la primera militar española fallecida en el extranjero.

El último de la macabra lista que, a buen seguro conoce A.K., fue el vigués Rubén Alonso Ríos, 30 años y dos hijos. Era el 9 de noviembre de 2008 y fallecía como consecuencia de una atentado suicida. Llevaba veinte días en Afganistán y era la primera vez que salía de la base.

Es desde esta zona tan peligrosa que se cobró la vida de doce jóvenes gallegos desde la que A.K. hace “una llamada de atención desde uno de los suburbios hazara de Herat, en el que vivo con mi madre y mis dos hermanos menores, ganándome la vida como profesor en una academia” que ahora está controlado por los talibanes: “Ellos aplican la sharía islámica más estricta, y prohíben a las mujeres estudiar y trabajar. Y además su único fin es hacerse con el poder en Kabul y establecer su emirato”, sostiene A.K. quien recuerda “que el gobierno de Herat no nos expide el pasaporte porque somos originarios de la provincia de Ghor. Tendríamos que viajar hasta allí en autobús, unos 300 kilómetros por carreteras de montaña”. Siempre con la amenaza de los radicales.

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