Las nuevas rutas guiadas por el cauce del Lérez han recuperado para las nuevas generaciones la «leyenda» de Venerando Fernández González, quizás el más famoso de una larga lista de carteristas que tan mala fama le dieron a la citada parroquia pontevedresa y cuya historia es una de las que más sorprende ahora en las citadas travesías por el río.
Como dice la escritora Fina Casalderrey, vecina también de Lérez, el tiempo acaba «literaturizando» y «convertendo en lenda aquelo que non deixou probas físicas». En el caso del maleante, todo un personaje especialmente durante la Segunda República, es posible seguir un rastro en cierto modo fiable a través de las múltiples crónicas periodísticas que reflejaron sus andanzas, no solo en Galicia, sino también en otros periódicos nacionales. Y sin duda es ese rastro, además de los testimonios de quienes le llegaron a conocer en vida, los que hacen perdurar y alimentan el mito de este personaje tan singular.
Venerando nació en 1896 en la localidad ourensana de Nogueira de Ramuín, como señala un requerimiento publicado en el Boletín Oficial en 1932, pero casi toda su vida vivió en Barro, y sus restos reposan en Agudelo. Esa citación mencionaba que su profesión era la de chófer y le apercibía de que si no se presentaba en el plazo indicado ante el juez, sería declarado en rebeldía. Desde algunos años antes, su nombre ya era conocido en las crónicas de sucesos, ya sea como carterista o como jefe de una banda de ladrones que actuaba por toda Galicia.
Por toda Galicia
El profesor de Historia y presidente de la Asociación Cedofeita, Xosé Álvarez Castro, destaca que sus campos de actuación se centraban en las ferias y fiestas por toda la comunidad e incluso fuera «roubando carteiras e reloxos», pero su presencia y la de sus compinches era también habitual en los trenes que cubrían la ruta tanto a Vigo como a Santiago. Manuel Ogando cuenta que precisamente su padre se encontró a Venerando cuando iba de luna de miel a la ciudad de A Coruña. «Le preguntó si necesitaba dinero, y mi padre dijo que no -narra-. Después se bajó del tren en Vilagarcía y al poco rato un señor que iba delante de él en el vagón notó que le habían robado el reloj».
Y es que don Venerando era casi un «Don Vito ao bó» para la gente de Barro y Lérez. «Se conta que cando algún coñecido lle roubaban a carteira ía falar con el e este se encargaba de que lla devolvesen, non sen antes advertirle que tiña que ter máis coidado con ela», añade.
Famosa es también otra anécdota que protagonizó, al parecer, con el párroco don Leandro. Un vecino de Lérez apunta que de niño recuerda ver a ambos en las tertulias que se formaban en el atrio del Monasterio. «Una vez estaban hablando y don Leandro le decía: ??¡cómo demonios haces para quitar las cosas!??. Entonces, Venerando le contestó, ??don Leandro, tengo que marcharme. ¿Qué hora es??? Y cuando el cura fue a mirar, le faltaba el reloj de bolsillo. ??Ya me fastidiaste, le dijo??. Pero después de que se lo devolviera, siguieron hablando y al poco rato le había vuelto a sacar el reloj y la cartera. ??Está visto que eres un artista??, acabó diciendo don Leandro».
En Barro, quienes le conocieron destacan que era una persona «muy respetada, porque no actuaba en la zona y solía ayudar a la gente». «Sempre vestía corbata -señala un pariente-. Era moi educado, bo cociñeiro... Recordo a súa casa, unha casa de perpiaño, boa para a época. E tiña un Pacard, tamén un bo coche. O seu criado chamábase Adonis, e cando Venerando ía ao sastre a facerse un traxe, sempre encargaba outro para el».
En Pasarón
Aunque la mayor información sobre Venerando corresponde a los años treinta y cuarenta, su estela siguió latente pasados los cincuenta. Xosé Fortes cuenta por ejemplo en su libro Cuando las derrotas otorgan las victorias que en una ocasión, durante su etapa como responsable de la Policia Armada y en pleno Hai que roelo!, cuando el Real Madrid visitó Pasarón, se recibieron varias denuncias por sustracciones de carteras, una del propio delegado del equipo blanco. «El sargento cuenta que llamó al que ejercía como jefe de los carteristas de Lérez, un gremio muy organizado, y le dio un ultimátum. Antes de terminar el partido había aparecido la cartera intacta», narra.
Y La Vanguardia Española también se refiere a la «destreza en el escamoteo de billeteros» que tenía el vecino de Barro en su edición del 27 de junio de 1974. Un artículo firmado por Ero habla de su buena posición económica. «Moraba en una quinta rodeada de maizales y tenía un Marmont, coche que en opinión de los entendidos era parejo al Dodge o Chevrolet. Venerando, en la solana, fumaba susines». Treinta y siete años después, su mito continúa vivo.
«Era una persona respetada en Barro, porque no actuaba en la zona»
«Cando a algún coñecido lle roubaban, falaban con el e facía que lla devolvesen»
No hay comentarios:
Publicar un comentario