De luna de miel al salón... y tan contentos

Yulia y Paul y Pedro y María se casaron en el confinamiento. No viajaron ni lo festejaron. Pero tienen razones para sonreír

«Que todas las noches, sean noches de boda, que todas las lunas sean lunas de miel». Si Sabina hubiese compuesto la canción en tiempos del coronavirus y conociese la historia de Pedro y María o de Paul y Yulia quizás le añadiría algo a su famosa letra. Podría señalar que la luna de mil resiste hasta el confinamiento. Estas dos parejas, los primeros residentes en Barro y los segundos, en Pontevedra, se casaron en el estado de alarma. No pudieron celebrarlo con la familia ni brindar a lo grande por su amor. Por supuesto, tampoco nada de viajes. La luna de miel, como dice uno de ellos, está siendo «verse las 24 horas en la cocina o el salón». Pero no importa. No hay lamentos. Sobran los motivos para tratar de ser felices.

Los primeros en casarse fueron Pedro y María. Tenían planeada su boda para el 21 de marzo. La idea inicial era hacer una comida con la familia, reunir a unos 50 comensales. Pero cuando comenzó el confinamiento ya la suspendieron. Aún así, seguían pensando que querían contraer matrimonio. «A verdade é que queríamos facelo canto antes e seguimos para adiante pese a que nos advertiron de que soamente poderiamos ir nós e dúas testemuñas», indica Pedro. Se casaron en el mismo sitio donde tenían previsto, en la casa consistorial de Barro y con el alcalde enfrente. Tras la boda, regreso a la casa que comparten con sus respectivos hijos en Pontevedra.

Podría decirse que volvieron a la rutina. Pero no. Porque eso por ahora es imposible. No en vano, Pedro y María regentan un bar en la ciudad del Lérez ahora cerrado. Así que están más preocupados por lo que pasará con su negocio, que habían abierto hace unos meses y marchaba bien, que por su luna de miel casera. Pedro tira de optimismo y dice: «Habemos de saír desta... e sairemos casados, como queríamos».
Yulia y Paul también se casaron en la casa consistorial de Barro. Lo hicieron el 13 de abril, un lunes, tal y como habían previsto. En su caso, habían planificado la boda un día laborable porque la madre de la novia trabaja en hostelería y no podía acudir en otro momento. Decidieron mantener la fecha pese a no poder hacer la comida prevista con la familia y a que Gala, su pequeña de tres años y medio, ya no podría acudir ni llevar los anillos. Pero ellos querían casarse antes de que naciese su segunda pequeña, que podría venir al mundo en cualquier momento ya. Así lo hicieron en una ceremonia en la que hubo, sobre todo, sirenas, ya que los compañeros de Paul, técnicos de ambulancia, le hicieron un gesto cariñoso y acudieron con las ambulancias a hacerle un paseíllo.

Tras la boda, luna de miel casera y con Gala sin parar de preguntar en qué momento llega su hermanita Lía. Yulia es sincera y dice que no le importa no haber viajado. Que ya será algún día. «Lo principal es que estos días, al tener el permiso de boda, Paul está aquí conmigo, ayudándome. Y así estamos felices», remacha.

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