Acuña, emblema del pan en Pontevedra, nació porque el bisabuelo de los actuales dueños salvó el negocio al escapar su fundador tras la Guerra Civil. Sus descendientes demuestran que tienen las mismas agallas
A veces, la historia lo explica todo. O casi todo. Y en el caso de Panadería Acuña, emblema del pan en toda la comarca de Pontevedra, con quince establecimientos propios y siete franquicias, saber de dónde viene el negocio explica que fuese capaz de crecer con tanta fuerza y que ahora, en medio de la crisis del coronavirus, se esté reinventando para tratar de que las ventas no caigan de mala manera. Porque la historia de Acuña es una historia de supervivencia. Y eso, sobrevivir, es justo lo que están haciendo ahora sus actuales dueños, Andrés y Jacobo Acuña, oficialmente primos pero en realidad como hermanos. Su última apuesta, en estos tiempos de confinamiento, es la invención de la telerrosca, es decir, llevar las roscas de Pascua a domicilio para que no haya ningún ahijado sin dulce. La idea parece que funciona bien.
¿Por qué Acuña es una panadería superviviente? Vayamos a los orígenes. Rogelio Acuña Acuña, carpintero y bisabuelo de los actuales propietarios, comenzó un día a trabajar como mozo de mantenimiento en una panadería que había en la avenida de Vigo, en Pontevedra. El negocio, que su uso en marcha a finales del siglo XIX, era de un hombre apellidado Irigoyen que, al término de la Guerra Civil y tal y como cuenta Andrés Acuña, «tuvo que escaparse de la noche a la mañana y tardó mucho tiempo en volver». Rogelio Acuña tomó entonces las riendas del negocio. Y, aunque los tiempos eran peliagudos, no le debió ir mal. De hecho, cuando volvió Irigoyen se quedó sorprendido de que la panadería siguiese en pie. En 1952, Rogelio Acuña le cogió el traspaso y, entonces sí, el negocio se bautizó ya con el apellido Acuña.
Comenzaba entonces, en ese mismo lugar de la avenida de Vigo donde sigue actualmente el obrador de la empresa, la primera generación de Acuña. Pronto llegó también la segunda, con Manuel Acuña como cabeza visible, y, con el tiempo, también la tercera, formada por sus hijos Rogelio y Manuel, que en los años noventa comenzaron la expansión del negocio con la apertura de nuevos puntos de venta. Cada uno de ellos tuvo un hijo, Andrés y Jacobo respectivamente, que desde niños aprendieron el oficio. Ahora son ellos quienes llevan las riendas. Y quienes siguieron la estela de sus padres para modernizar la empresa. «El consumidor cambió y el negocio tuvo que ir variando. Comenzamos con el concepto de combinar cafeterías y panaderías. Empezamos a elaborar productos que priman más lo saludable a lo goloso. Lógicamente, cambiamos todos los hornos. Diría que ahora tenemos hornos mejores que hace 50 años. Son hornos con solera de piedra que cuecen mejor que los de leña», manifiesta.
La próxima gran gesta de la empresa, ya anunciada, era cambiar el obrador emblemático de la avenida de Vigo, en medio de la ciudad, por uno en el polígono industrial de Barro. Pero el coronavirus ha querido que, antes de iniciar ese reto, hubiese que solucionar otras urgencias. Andrés reconoce que no está siendo fácil. Y, si bien está agradecido porque el consumo del pan se mantiene, habla con tristeza del ERTE que tuvieron que hacer para parte del personal que trabaja en sus cafeterías. Cuenta que ante esta crisis sanitaria y también económica no queda otra que reinventarse cada día. Y en eso están con su famosa telerrosca. «Aprovechamos la plataforma que teníamos, llamada www.empanadagallega.es para promover el envío de roscas a domicilio», dice. Andrés, por mucha crisis que vea, no quieren renunciar al sueño de cambiar el obrador. Posiblemente, él y su primo Jacobo logren el objetivo. Para algo llevan dentro el gen superviviente Acuña, que pesa mucho.
https://www.lavozdegalicia.es/noticia/pontevedra/2020/04/10/panaderia-superviviente-inventa-telerrosca/0003_202004P10C8991.htm
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