María Giovanna, de Barro, en una de las cinco líneas para el tren de la castaña en Pontevedra - Voz de Barro. Noticias

Breaking

El tiempo en Barro

El tiempo - Tutiempo.net

lunes, 14 de noviembre de 2011

María Giovanna, de Barro, en una de las cinco líneas para el tren de la castaña en Pontevedra

Valentín Pazos Recamán aún se acuerda de cuando allá por el año 1949 había en la ciudad catorce castañeros trabajando y de cómo este fruto «matou moita fame» en Pontevedra. Durante mucho tiempo él personificó este tradicional oficio y la aparición de su carrito (que ya tiene 115 años) era la señal de que el otoño había llegado a la Herrería. Hoy sigue a sus 77 años a pie de locomotora, pero también están sus hijos Agustín, Tín, que se ha incorporado este año, y Paco, con otros dos puestos en la Peregrina y la plaza de Compostela. Además, se ha unido al gremio una castañera de Barro, María Giovanna Fernández, que se ha hecho junto a su marido una plaza en la calle Sagasta, y cuyo hermano José María atiende otro carro en Gutiérrez Mellado.


Pero ¿De dónde llegan tantos kilos de castañas a los calientes cucuruchos que sirven todos ellos? Pues hay hasta cinco líneas regulares que surten sus trenes. María Giovanna, que dice que esta ocupación «va en la sangre» -sus abuelos ya eran castañeros- cruza la frontera hasta la ciudad lusa de Oporto. Cada quince días viajan o ella o su hermano para traerse 400 kilos de castañas. «Sobre todo las primeras castañas han salido muy malas este año en Galicia, y si queremos hacer clientela tenemos que ofrecer algo bueno, por eso nos vamos a Portugal».

Valentín, por su parte, es fiel «a la tierra de la chispa», Ourense, y más en concreto de Celanova o Verín. También va hasta allí para traerse entre 2.000 y 3.000 kilos, que luego guarda en una cámara frigorífica a 0 o 2 grados y de los que va disponiendo para reponer día a día.
Sus hijos, Paco y Tín, tampoco coinciden a la hora de buscarse las castañas. El primero, autodenominado El príncipe de las castañas (se casó el mismo día que Felipe y Letizia), solía encargar su primera mercancía del otoño en la Ribeira Sacra.

Con bicho
«Pero cuando fuimos a buscarla con el remolque el 50 % tenían bicho -señala Paco-. No llovió mucho y el erizo no abrió, así que el bicho crió dentro». Así que se fue hasta el Bierzo, como hizo el año pasado en su debut, aconsejado por un amigo de Valladolid. «Desde allí me las traen, pero tengo que encargar 1.000 kilos y por eso me sale un poco más cara -cuenta-. Pero fue tal el éxito que tuve que me decidí a seguir». Esos mil kilos dan para dos semanas en su caso, sobre todo a principio de temporada, porque acude con su locomotora a muchos magostos en los colegios. «La gente estudia y va al colegio, pero cuando acabas a tus amigos a veces no los ves más. Pues para mí venir cada año (llevo 33 desde que venía con mi padre) es como la vuelta al cole. Todos los años vuelvo a ver a mis compañeros, que es la ciudad de Pontevedra, y es muy bonito». Se suele quedar hasta Reyes, «porque después, aunque hay castaña, la gente ya está un poco saturada», y el resto del año trabaja en unos astilleros. «Solo me quedan los aviones, tengo tren y barcos...», bromea.

Competencia
Paco y su padre creen que la competencia en este gremio tan familiar es buena, aunque ambos critican el uso de gas para asar las castañas por parte de otros compañeros de oficio. «Hay que mancharse las manos», señala el príncipe, mientras comenta que las locomotoras de su familia utilizan carbón vegetal.

Para su hermano Agustín es el primer año en solitario, aunque al igual que Paco acompañaba a su padre desde niño y aún hoy, hay días en que le ayuda. «Tengo a quince familias de Parada do Sil que de toda la castaña que cogen me quitan la pequeña y la mala y me seleccionan la que voy a buscar», asegura. Cada dos semanas se va a por 700 kilos, que duran veinte días, y aunque afirma que este año «es el peor» de la castaña, a él no le ha afectado «porque estas familias me la eligen». «Para mí estar aquí es pura felicidad, no lo cambiaría por nada del mundo», afirma.

Lo mismo dice su padre, que no se piensa jubilar «porque son unha persona querida no mundo enteiro». Y deja una frase para la reflexión de los pontevedreses acerca de su tren: «Merece un monumento; fanllo a un paxaro e non a esta máquina que matou tanta fame».

«Para hacer clientela tenemos que ofrecer algo bueno, y por eso vamos a Oporto»
«Para mí venir cada año es como la vuelta al cole y los compañeros son la ciudad»
«Fanlle un monumento a un paxaro e non a esta máquina que matou a fame»


No hay comentarios:

Publicar un comentario