Cuando la crisis llamó a las puertas, hubo quien buscó una salida laboral en la venta ambulante. Se recuperó entonces la figura del pescadero de antaño, el que iba aldea a aldea, claro que ahora en vez de con la patela en la cabeza va con furgoneta. También se multiplicaron las personas que venden fruta a pie de carretera. O quienes acuden a los mercadillos ofreciendo género variopinto. En teoría, la economía mejoró. Pero la venta ambulante, aunque todos los que la ejercen la califican de «dura y muy difícil en los tiempos que corren», sigue siendo una alternativa para ganarse al pan. Ahora toca vender cerezas. Sí. Es el mes fetiche de este fruto rojo. Y las carreteras de la comarca pontevedresa están salpicadas con tantos puestos, con tantos anuncios de ofertas de cerezas del Jerte, que uno llega a pensar que, en vez de por Galicia, está circulando por el mismísimo valle extremeño.
La prueba
Recorremos algunos viales para ver si prolifera o no la venta de
cerezas. El chequeo empieza en la carretera de Pontevedra a Vilagarcía.
Sin llegar a Curro, uno encuentra ya cuatro puestos. Dos pertenecen a
una misma persona, que tiene a dos empleadas en los mismos. En un
tercero, una joven con gafas de sol explica que lo peor son las
inclemencias meteorológicas. Ella tiene una especie de plástico azul
para guarecerse los días de lluvia y una tele negra para que el sol no
la abrase cuando aprieta el calor. En esta misma carretera, se da un
caso curioso. En Curro, hay dos puestos de venta de fruta juntos a
orillas de la PO-531. Pero la cosa tiene truco. Lo explica Juan, uno de
los vendedores: «Es que no somos competencia directa. Esta chica vende
cerezas y yo naranjas... así que nos complementamos». Él es de Murcia. Y
se pasa casi todo el año en Galicia vendiendo naranjas de su tierra en
un camión. Le ha cogido cariño a esta tierra, bien porque le gusta lo
que hace o bien porque se echó novia aquí. «Allá en Murcia nada, ya solo
me queda mi madre. Voy para verla y listo... el resto del año ya estoy
aquí», dice con simpatía el joven.
El trazado de la costa
Si uno conduce desde Pontevedra hacia Sanxenxo también tardará poco
encontrar mercaderes de las cerezas. Uno de ellos, de origen marroquí y
de nombre Hassan, sentado en la cuneta, se protege con un sombrero de
paja. Dice que lo que peor lleva es «que se vende poquito». Más contento
está, del otro lado dela carretera, Javi. Tiene 19 años. Estaba
estudiando, pero decidió cambiar los libros por las cerezas. Explica que
lo de vender a pie de carretera no es tan fácil: «Tuve que ir al
Concello, pedir permiso, vinieron a medir el puesto y también a mirar
que no esté muy cerca del trazado. Me hice manipulador de alimentos, me
di de alta en autónomos, es bastante papeleo», señala con sonrisa. En la N-550, la que va a Santiago, no aparecen puestos hasta Barro. Ahí, dos casi juntos. En uno, vende otro ciudadano marroquí. También se queja de poca venta.
http://www.lavozdegalicia.es/noticia/arousa/vilagarcia-de-arousa/2017/06/07/carreteras-convierten-gran-valle-jerte/0003_201706A7C5991.htm
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