Numerosos colegios llevan a los niños a visitar las cascadas y los molinos y a hacer pan en unos divertidos talleres
Las cascadas de A Barosa, que aunque oficialmente no son un parque natural así es como oficiosamente se denominan, tienen un encanto natural fuera de toda duda. Basta con ir y comprobarlo. Su entorno, que mezcla ese aspecto decadente de los viejos molinos de ríos -aunque alguno esté restaurado- con la imagen de esos senderos tallados en las propias rocas tan enxebres como impracticables y un verde esplendoroso en primavera, también es genuinamente bello. Pero es que encima el conjunto ha sumado atractivos extras, como un local de restauración que incluye actividades para niños o zonas donde comer al aire libre o acostarse a la sombra. Así que no es de extrañar que A Barosa no tenga que esperar a los fines de semana para recibir visitantes. Salvo en los meses duros de invierno, hay gente pululando por las cascadas todos los días. Sobre todo, las visitan excursiones de escolares y peregrinos.
A media mañana de ayer, era bien sencillo encontrarse con peregrinos en A Barosa. De hecho, ya en la zona más próxima a la carretera nacional, en unas mesas de piedra, comían alrededor de treinta belgas. Indicaban ellos que habían visto en Internet que A Barosa era un sitio «especialmente bonito» así que lo eligieron para parar a comer de campo y luego visitar las cascadas. Cerca de ellos, una pareja portuguesa descansaba sobre la hierba. Iban con ampollas en los pies y eligieron este paraje natural para hacer un alto en el camino antes de enfrentarse a los kilómetros que les quedaban para llegar a Caldas. «É moi bonito, debería haber máis sitios así ao longo do Camiño», decían. Junto a las cascadas, más de lo mismo. En pocos minutos, uno podía entrevistar a peregrinos madrileños, estadounidenses, alemanes, ingleses... todos tenían claro antes de pisar Galicia que, en cuanto estuviesen en Barro, visitarían Barosa. «En los comentarios que pone la gente sobre el Camino Portugués todo el mundo cuenta que las cascadas son maravillosas, así que vinimos a comprobarlo», señalaba una pareja llegada de Londres. Unos jóvenes caminantes de la Florida se animaron a darse un chapuzón en el río. No les gustó demasiado: «Está el agua helada», decían.
Otros visitantes
Más allá de los peregrinos, están los escolares. Desde que el bar de
las cascadas ofrece la posibilidad a los colegios de hacer talleres de
pan, en el que enseñan a los niños a confeccionar sus propios bollos
después de ver cómo funciona un molino y qué cereales se utilizan, las
excursiones no cesan en el parque. Ayer estaba un grupo de niños de
Vigo, concretamente, del colegio Escultor Fernández. A todos parecía
gustarles pisar sobre el cristal que hay encima del agua de un molino
restaurado. Pero, sobre todo, con lo que disfrutaban era con las manos
en la masa.¿Y más allá de las visitas, qué? El entorno está relativamente cuidado. Eso sí, vaya una cosa por delante: la accesibilidad, teniendo en cuenta que son senderos naturales, no existe.
http://www.lavozdegalicia.es/noticia/pontevedra/barro/2017/06/08/reducto-natural-escolares-peregrinos-pueblan-diario/0003_201706A8C6991.htm
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