El histórico exregidor, experto en sobrevivir a todo, hasta a una inhabilitación judicial, vive ahora una misteriosa situación en su partido, el PP
José Antonio Landín (Barro, 1948) es de esos personajes políticos que, para bien o para mal, nunca deja indiferente a nadie. Histórico regidor de su municipio natal, el ayuntamiento pontevedrés de Barro, comenzó en la política en los albores de la democracia, como único concejal de la extinta Alianza Popular en 1979. Y, 43 años después, su nombre sigue presente en la política local. Continúa siendo el portavoz municipal del PP, en la oposición desde el 2015, pero lo cierto es que Landín, superviviente político donde los haya, ha entrado en un extrañísimo y misterioso ocaso. A las puertas de cumplir los 74 años y tras más de cuatro décadas de vida pública, su relevo podría sonar lógico y revestirse perfectamente de normalidad. Pero con Landín todo suele ser excepcional. Y su posible retirada del ruedo político también lo está siendo.
Para entender el presente casi siempre hay que bucear en el pasado, que en el caso de Landín daría para numerosas crónicas políticas. Médico de profesión (ahora jubilado), tras su breve paso por la oposición en las primeras elecciones democráticas municipales, en el año 1983 se convirtió en alcalde de Barro. Su éxito electoral fue grande, enorme, durante muchos años, y le tributó a su partido, al PP, importantes mayorías absolutas. Le iba bien en las urnas. Pero su forma de gobernar chocó con la Justicia. En el año 1992, mientras España se modernizaba con aquellos Juegos Olímpicos de Barcelona que dieron la vuelta al mundo, en Barro, José Antonio Landín era inhabilitado para ejercer un cargo público durante seis años. El Supremo ratificaba entonces su condena por prevaricación. Siempre genio y figura, Landín no se apartó de la alcaldía discretamente tras la sentencia. Se lo tuvo que requerir la Justicia y acabó enviando su renuncia por un telegrama.
Seis años parecen muchos para no instalarse en el olvido político. Pero Landín sobrevivió a su condena. ¿Cómo? Porque, pese a la sentencia, su sombra siempre fue alargada. En 1995, cuando él todavía estaba inhabilitado, tocaban elecciones municipales. El PP llevó como cabeza de lista a su mujer, María Teresa Roig, que públicamente se cansó de decir que tendría como asesor número uno a su marido. Ella también cosechó éxito electoral, tributándole otra mayoría absoluta al PP, y gobernó cuatro años con su esposo de consejero oficioso.
Llegó 1999, hubo nuevas elecciones, y, para entonces, Landín ya estaba libre de ataduras judiciales y podía volver a ser candidato. Pero, ojo. Demostrando que tiene más vidas que un gato, andaba entonces enfrentado a los suyos y amagó (al menos así lo recogen las hemerotecas) con encabezar una lista independiente. Sea como fuere, la bronca con el PP no pasó a mayores y finalmente él se presentó a los comicios como alcaldable popular. Y logró volver a ser alcalde. No solo eso, sino que siguió reclutando votos conservadores y logró retener la alcaldía hasta el año 2015, cuando fue apeado del poder, que pasó a manos del BNG.
En aquel momento, con el PP en la oposición tras haber gobernando casi desde el inicio de la democracia en Barro, parecía que el final político de Landín estaba servido. Pero, una vez más, el gato de siete vidas políticas que es Landín siguió adelante. Tras cuatro años haciendo oposición, en el año 2019 tocaba volver a las urnas. Landín pasaba entonces de los 70 años y decía con la boca pequeña que ya había cumplido. Pero, unos meses antes de los comicios, en declaraciones a La Voz de Galicia, ya lanzaba un aviso a navegantes: «Antes de que sea una cantamañanada iré yo de candidato», indicaba, dejando ver que si no le convencían sus posibles relevos él mismo seguiría comandando el PP. Y así fue: se volvió a presentar. Las urnas, que tantas alegrías le habían dado antaño, le volvieron a situar en la oposición.
Han pasado tres años desde entonces. ¿Qué ha ocurrido? Landín sigue siendo el portavoz municipal del PP en su municipio. Pero, con fecha del 31 de mayo, el PP provincial, envió una nota de prensa que encendió las alarmas. En ese comunicado, los populares informaban, de que Eduardo Ruadas García había sido elegido presidente de una nueva gestora del Partido Popular en Barro y que el partido inauguraba una nueva etapa política en el municipio. «É o momento de cambios, de apostar por un novo proxecto ilusionante do que formen parte todos os afiliados e todos os veciños que se senten próximos ao noso partido, hai que recuperalos porque aquí sumamos todos», señalaba Luis López, secretario general de los populares pontevedreses.
La nota emitida por el PP se acompañaba de una foto de familia, con pesos pesados del PP provincial apoyando a los afiliados de Barro. Pero sin Landín. Porque esa reunión mantenida con afiliados ni se hizo en la sede local del PP (se celebró en el local de la comunidad de montes de Perdecanai) ni contó con la presencia del histórico regidor Landín, al que, eso sí, su partido mencionó públicamente, agradeciéndole su labor durante tantos años.¿Dónde está Landín y por qué no fue a la reunión en la que el PP de Barro inauguró un nuevo ciclo político? Esa es la pregunta que muchos se hacen en Barro, máxime cuando en foros habituales de los conservadores, en esas redes sociales que todo lo cantan, se han empezado a ver tiranteces entre los dos bandos: los que apoyan la renovación y los que se mantienen fieles a Landín. ¿Será este el final político del histórico exalcalde o tendrá fuelle para seguir adelante, incluso al margen del PP, como algunos de los suyos apuntan? Esa pregunta, en el caso de Landín, nunca es sencilla de contestar. Su teléfono, aunque siempre operativo, no suele responder a las llamadas. Así que el tiempo dirá. De momento, su partido lo tiene claro. Le ha encomendado a Eduardo Ruadas, empresario de la construcción de 64 años de edad y vecino del municipio, que lidere «un equipo que será o encargado de reforzar a estrutura do partido, seguir traballando para ampliar a súa posición nas parroquias e ser a voz dos veciños».
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