Andrea Cores sufrió hace un año un accidente en la curva de Curro. Estima que el límite de velocidad es excesivo y pone en duda el peralte del tramo
Pasó tres días en coma y padece graves secuelas de
por vida, pero a diferencia del vecino de Baión fallecido este fin de
semana en la curva de Curro (Barro), la vilagarciana Andrea Cores lo
puede contar. Hace poco más de un año, el 12 de noviembre, sufrió un
accidente en el mismo punto de la PO-531, un tramo de carretera que
acumula siniestros y quejas de los usuarios y vecinos frente a los que
la titular de la vía, la Xunta, ha respondido este verano elevando el
límite de velocidad que, curiosamente, había reducido a finales del
2014.
«Yo no me acuerdo de nada. Los dos días anteriores y
los posteriores se han borrado, no los recuerdo. Tuve un traumatismo y
no me acuerdo de absolutamente nada», explica la arousana. Es por ello
que Andrea ha tenido que recrear en su cabeza el accidente gracias a lo
que le han trasladado empleados de las gasolineras, el conductor del
camión contra el que se empotró su coche y los testigos. Así, relata que
su automóvil «empezó a patinar, dio una vuelta de campana y vino el
camión... Lo cierto es que el camión ya estaba parado y era mi coche el
que, patinando marcha atrás, invadió el carril contrario y chocó...
Luego me desperté en el hospital».
Once meses después de la colisión, algunas de las
secuelas que padece son visibles: «Tengo parálisis facial, al reír, al
hablar, se nota». Otras, no: «No tengo olfato, los ojos no me lloran,
tuvieron que operarme del oído para liberar el nervio facial y me ha
quedado un zumbido en el oído, molestias en la cabeza, dolor de espalda
continuo, mareos, vértigos... Los tengo y se van a quedar ahí, porque ya
me dieron el alta».
En
este tiempo, el único contacto que ha recibido por parte de la
Administración es una carta de la DGT informándole de que tiene a su
disposición el servicio de atención a las víctimas de accidentes de
tráfico. «Y punto». De la titular de la PO-531, la Xunta de Galicia,
nada de nada. Silencio.
La voz de Andrea se emociona cuando refiere que,
pocos días después de su accidente, este entorno de la carretera de
Pontevedra a Vilagarcía volvió a ser escenario de otros siniestros de
circulación. En su caso concreto, «había empezado a llover y la
carretera estaba mojada, según dicen. No sé si los accidentes se
producen a raíz de la lluvia o porque está mal peraltada», pero tiene
claro que la velocidad a la que transitaba -el límite entonces, al igual
que ahora, es de 80 kilómetros por hora- no influyó en que perdiera el
control de su coche: «A esa velocidad no iba. No lo puedo demostrar
porque perdí la memoria, pero estoy segura al 99,9 % de que yo no
circulaba a esa velocidad». En todo caso, considera que la delimitación
actual es excesiva y debería volver a rebajarse.
Aunque ha puesto su caso en manos de un abogado,
asume que su lucha «es muy complicada». Es por ello que su intención
última, ya no es tanto conseguir una reparación por lo que vivió aquel
12 de noviembre, sino que ninguna otra persona tenga que pasar por su
calvario. «Evitar que haya más accidentes».
La ausencia de recuerdos de lo ocurrido le permite a
la arousana transitar sin problemas por este tramo de la PO-531, aunque
esta circunstancia no evita que sienta una mezcla de impotencia y cabreo
cuando se producen hechos como el de este fin de semana. «Es ver lo que
está pasando, que no puedes hacer nada y que sabes que seguirán
pasando».
Andrea Cores termina con una pregunta: «¿Si la
carretera está bien peraltada por qué hay tantos accidentes y de repente
muchos coches patinan en esa zona? ¿Es por una corriente de aire?».
http://www.lavozdegalicia.es/noticia/pontevedra/2015/10/08/me-acuerdo-olfato-ojos-me-lloran/0003_201510P8C5991.htm
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