Shhhh. Que nadie se entere, mira, mira, asómate aquí.
 ¿Lo ves? Acércate un poco más, cuidado al bajar por estas rocas, un 
poco más, un poco más, ya casi estamos, pero ojo no resbales con las 
chanclas. ¡Ahí, ahí! Mira la foto de la izquierda, ¿qué te dijimos? ¿No 
merecía la pena esta excursión? No es un farol, muy poca gente sabe que 
existe este lugar privilegiado, por eso quienes lo conocen lo disfrutan 
como el paraíso que es. Juan, Sergio, Brais y Sabela están acostumbrados
 a esta delicia y nos la descubren para YES, a riesgo de que se le eche 
todo el pueblo encima. No es Santorini, ni Athos (donde dicen que está 
una de las piscinas naturales más bonitas del mundo), esta nos queda 
mucho más cerca. Oculta entre las rocas, no llega con pararse en el faro
 de O Roncudo, en Corme, para acceder a ella. Una vez que estás allí hay
 que echar la mirada al mar por la derecha, apoyar bien los pies y andar
 solo unos metros. Un paso, dos pasos, tres pasos, cuatro pasos. Y el 
océano se recoge en una estampa inigualable. Refugiada entre percebes 
como puños esta piscina natural bebe las aguas del Atlántico, que en 
este punto de A Costa da Morte se despeja cuando baja la marea. Y si 
además no hay nordés, como es el caso, el chapuzón no nos ahogará la 
respiración. Así que de cabeza vamos. A la de tres, sincronizados, Juan,
 Sergio y Brais nos lanzan un grito que corta: «Non está fríaaaa».
Desde luego dan envidia, también a Sabela, que antes de tirarse al agua nos sopla el secreto a favor:
«Sabémolo nós, de fóra case ninguén sabe que isto 
está aquí». Hay profundidad suficiente para repetir el salto sin 
problema ?¡que para algo son de Corme!? así que nos demuestran con 
conocimiento que no hay más peligro que la ignorancia. «Eu de pequeno xa
 vin a bañarme a esta piscina natural moitas veces ?confiesa Brais, que a
 sus 27 años es buzo y otra cosa no, pero el tema lo conoce bien a 
fondo?, o que hai é que controlar ben o mar, polas mareas, se hai mar 
aberto». «Non é para tomar o sol, porque non hai case unha pedra onde 
poñer a toalla»,  apunta Sabela. El lujo está en el entorno, en esas 
aguas transparentes y en que ni en los días más calurosos hay un alma. 
«É para vivir como unha experiencia única, aquí a natureza é salvaxe. 
Moitas veces o mellor témolo a carón da casa e non nos decatamos», 
concluye Brais. Se mire por donde se mire la imagen impresiona, más que 
esas fotografías que corren por las redes sociales haciendo el ránking 
de las mejores piscinas naturales del mundo. En Corme el océano se 
saborea, ¡cómo huele!, y Juan, Brais, Sabela y Sergio se zambullen 
haciéndonos el gesto de «ven, ven». Que me tirooo. «A xente de aquí 
somos así, cando queres ir ao baño deixámoste o da nosa casa», 
ejemplifica Sabela mientras se envuelve en la toalla. Este mar les 
pertenece y nos han dado la mejor invitación. Que sí, que un océano cabe
 en una piscina. ¿Cuántas no habrá así, escondidas, a lo largo de la 
costa? En Corme nos dejan con las sal en los labios ¡glups!, pero YES 
sigue la excursión. Unos kilómetros hacia dentro, y en el concello de 
Muxía, el agua se hace dulce. Tanto que algunos novios escogen este 
paraje para su reportaje de recién casados. El río Castro se transforma 
en cascadas, en un jacuzzi natural, así que tocando a su puerta, toc, 
toc, despertamos a un grupo de jóvenes de su siesta privilegiada. Están 
solos, acomodados entre las piedras, en este locus amoenus que 
descubrió, hace unos años, para ellos Dani, un catalán al que le gusta 
«coger el coche y tirar y tirar». Lo acompañan Matías, Sergio, Laura y 
Lorena, que celebran la tranquilidad del lugar y se atreven a romperla 
con un buen chapuzón. En invierno esto es otra cosa, el agua sube varios
 metros, pero en esta época es ideal para quien busca estar apartado, 
solo hay que bajar unas escaleras y echarle valor. «El agua está fría, 
pero merece el baño», tirita Lorena, mientras Laura se acuna en brazos 
de Dani con un beso que sabe a tarde de verano. Aquel verano en 
Caldeiras do Castro.
TOBOGANES IMPROVISADOS
Al pie de otra fervenza, Jorge López se moja: «No hay
 como las pozas de Barosa, del río Agra, en Barro [Pontevedra]». No solo
 porque desde 80 metros de altura vaya generando muchas, en forma y 
fondo. Las hay también de arena (una tiene 40 metros de ancho), pero en 
algunas las piedras se convierten en toboganes improvisados. En este 
parque la naturaleza da otro juego, con más de 17 muíños, y senderos 
para pasar el día en familia. Porque el acceso es fácil y hay incluso un
 restaurante por si apetece otro plan. Nada que ver con las  piscinas 
naturales de A Nuveira, en Arcos (Mazaricos), a 15 kilómetros de A 
Picota. Solo los más jóvenes se esconden en las pozas que deja uno de 
los afluentes del Xallas. En medio de carballeiras, el agua se dibuja 
entre sol y sombra, pero en la misma soledad de los que conocen el 
lugar. Para llevarse un bocata, unas latas de cerveza y tirarse a la 
bartola. YES da palabra de que existen, hasta allí llegó nuestro 
fotógrafo aunque no hay más señal que la de la naturaleza. Como en Melón
 (Ourense), en las Fervenzas do Tourón, donde las piedras son tumbonas y
 el río Cerves se tira otra vez a la piscina. Ay, qué fresca, me 
olvidaba de las de Ferreira de Pantón (en Monforte) solo para intrépidos
 que desciendan por una cuerda y las del río Pedras, en A Pobra, donde 
solo se exige tiempo para llegar a pie. El chapuzón vale la pena en 
todas, pero si hay que mojarse, me mojo... Quiero volver a Corme, que 
hay mucho mar. 
... Y LA MÁS BONITA ES ESTA
No tienen un cartel con el mérito, pero han sido 
consideradas por algunas asociaciones las mejores piscinas naturales de 
España. Y así lo asiente la alcaldesa de Oia, Rosa Otero, con un solo 
sustantivo: «maravilla». Las pozas de Mougás (en la imagen) y Lourenza 
son para «presumir y darlas a conocer al mundo entero ?explica con 
orgullo la regidora a YES? aunque es cierto que no están lo 
suficientemente publicitadas». El enclave es espectacular, pero el 
acceso no es fácil, sobre todo en Lourenza, donde hay que bajar por un 
sendero. Por eso son las preferidas por los más jóvenes que buscan un 
rincón único para darse un baño sin las miradas de la mayoría. «La 
naturaleza aquí se muestra virgen, así que no es extraño que te puedas 
encontrar a gente desnuda tomando el sol o en el agua porque el entorno 
te aísla del mundo», cuenta Rosa. Es más sencillo acercarse a las de 
Mougás por la carretera de la costa. Pero en cualquier caso la excursión
 merece un buen avituallamiento con mochila, comida y bebida para 
disfrutar del día. Incluso si hay tiempo el camino merece una visita a 
los restos arqueológicos del castro de A Cabeciña. Solo la sensación de 
descubrir las cascadas ocultas en el cañón rodeadas por toda la 
vegetación se premian con un gran salto al agua.
Cascada de Augacaída
En Ferreira de Pantón (Monforte). La fervenza del 
Marce es un lugar fresco y sombrío para refrescarse. Ojo, que hay que 
bajar con unas cuerdas.
Cascadas de A Barosa
Este parque natural de Barro (Pontevedra) cuenta con 
varias pozas, algunas de arena, ideales para un día familiar. El acceso 
es fácil y el paraje espectacular. Con «muíños» y piedras para tomar el 
sol. 
Piscinas naturales en Nuveira, Mazaricos
Están en Arcos (Mazaricos dirección Dumbría). Un 
lugar «secreto» para los privilegiados que conocen la zona porque no hay
 señalización. Muchas parejas y gente joven las eligen. El bar más 
cercano está a varios kilómetros. 
Pozas de Melón (Ourense)
El río Cerves deja impresionantes cascadas de aguas 
cristalinas. Hay que tener cuidado para no resbalar y cierta precaución,
 pero el lugar es perfecto para una excursión de sol y agua dulce.
 
 
 
 
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