Procede de Leipzig, una ciudad del estado de Sajonia alemán en el que la temperatura media en enero y febrero no pasa de los dos grados centígrados y las precipitaciones también abundan -aunque es en verano cuando más suele llover-. Aún así, pese a venir de una urbe fría, Diana Schmidt, que ayer a media mañana llegaba peregrinando a Caldas, respondían con un contundente «it?s fucking» -que podría traducirse como está siendo fastidiado o alguna expresión todavía más fuerte- cuando se le preguntaba por el tiempo que la está acompañando en estos días en los que ella hace el Camiño Portugués. Luego, mientras se ajusta la capucha para que el viento no se la llevase, indicaba que lo que peor se lleva es caminar cuando llueve de forma contundente. Aún así, sonreía y aseguraba estar más que feliz en el Camiño.
Diana llegó el jueves empapada hasta Sam Mamede de Portela, en Barro. Allí la recibió Jorge, quien gestiona el albergue. Ella pensó que, con semejante temporal, quizás sería la única huésped del lugar. Pero no. Durmieron también allí unos italianos que peregrinan en bicicleta. Diana cuenta que oyó caer mucha lluvia durante la noche. Y que incluso probó a encender la luz y vio que no había electricidad. Pero que no llegó a asustarse. Dice, con gestos, con palabras y con una enorme carcajada que es una «alemana fuerte» y que por ello no tuvo miedo.
Buscando un café caliente
Ayer, Diana recorrió el tramo que hay desde
Barro hasta Caldas. Pensaba caminar un poco más. Pero al llegar a la
villa termal, viendo que la plaza de As Palmeiras de Caldas estaba
acordonada por precaución ante la posible caída de ramas y que el día no
invitaba en absoluto a continuar caminando entre árboles, se lo pensó
dos veces. Decidió buscar un sitio donde tomarse un café y luego
planificar el alojamiento ya en Caldas. Más allá de esta mujer y los
citados italianos, ayer pocos se atrevían a cruzar el Camiño. Aún así,
algunos más lo hicieron. «
Pasouche algún xa ben cedo, éche incrible», decía una mujer en Briallos
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