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domingo, 21 de junio de 2015

Dos años al servicio del Camino



El albergue de A Portela celebra su aniversario ofreciendo a los peregrinos un ambiente familiar y en contacto con la naturaleza

El Camino de Santiago es una fuente inagotable de aventuras y experiencias de vida irrepetibles que permanecen imborrables en la memoria de los peregrinos para siempre. En Barro se halla un lugar propicio para que esos momentos únicos surjan. Lejos del bullicio y las aglomeraciones en las que se han convertido los albergues de las principales ciudades del Camino, donde casi no hay tiempo ni espacio para disfrutar del entorno; en un paraje natural en el que se alza una aldea inalterable al paso de los años, se encuentra el albergue de peregrinos de A Portela. Un pequeño refugio conocido por pocos peregrinos ideal para una pequeña escala en la que curarse las heridas y conectar con la naturaleza y los compañeros de la ruta.
«Aquí no hay oferta de ocio, ni exposiciones que visitar; lo que ofrecemos es tranquilidad y compañía», afirma Jorge López, responsable de un albergue que celebra este mes su segundo aniversario. El ambiente familiar invade al caminante desde el primer momento que entra en la posada. «Les ayudamos a curarse las heridas e incluso vamos al súper a comprar comida, si quieren», explica López. Una comida que, al ponerse el sol, preparan en la barbacoa del jardín y a la que se suman los dieciséis huéspedes que caben en el albergue. Alrededor del fuego y compartiendo una costilla de cerdo, los romeros abren sus corazones, comparten experiencias y, en ocasiones, forjan amistades duraderas. «Trabajar aquí es una experiencia muy enriquecedora», asegura el gerente del albergue.
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Camino alternativo
El perfil del público que visita este refugio, alejado de la ruta principal del Camino portugués, es el de un peregrino que opta por hacer etapas más cortas o que no es la primera vez que completa el Camino y busca una experiencia diferente. «Los peregrinos que pasan aquí una noche, repiten y lo recomiendan», sostiene Jorge. Aunque al albergue llegan caminantes solitarios, familias y grupos de amigos, predominan las parejas que buscan tranquilidad y un entorno natural.
No obstante, reconoce el gerente que a lo largo de estos dos años de servicio y entre los muchísimos peregrinos que se hospedaron en la posada, hay algunos que dejaron huella. Es el caso de una anciana con párkinson que firmó una bonita dedicatoria en el libro de visitas, y que emociona a todo el que la lee. No tan emotiva pero igualmente curiosa es la historia de un grupo de cuatro chicas coreanas que llegaron al albergue con la firme intención de prepararse una ensalada con unos vegetales que habían encontrado por el camino. Lo sorprendente de la historia era que esas hierbas resultaron ser fentos, que las coreanas se comieron con gusto.
Mural
Cada uno de los peregrinos que pernocta en el albergue de A Portela deja su sello en una de las paredes del edificio en la que hay pintado un mapa de España. En sus márgenes, firman con su nombre y su origen los caminantes. Sostiene Jorge López que, sin contar a los españoles y portugueses que por proximidad son los más numerosos, los alemanes son los huéspedes más habituales. No obstante, en los dos últimos años hubo tiempo para que pasaran por el albergue personas de lugares muy remotos como Siberia, Tasmania o Groenlandia. De las antiguas repúblicas soviéticas también llegan muchos peregrinos, al igual que de Sudamérica. Llamativa es la visita de fieles procedentes de países de oriente, como Jordania, Irán, Siria o Israel. «Estar aquí es como viajar sin salir de casa», apunta López y añade que el idioma no supone ningún impedimento para establecer comunicación.
Un mural refleja la visita de peregrinos procedentes de Tasmania, Siberia o Groenlandia

http://www.lavozdegalicia.es/noticia/pontevedra/2015/06/21/dos-anos-servicio-camino/0003_201506P21C11991.htm



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