A falta de un registro oficial de la Xunta,
Galicia ofrece 102 cascadas de primer nivel, según la trilogía sobre las
fervenzas de la comunidad (Cumio) escrita por Ramón Muñiz de las
Cuevas. De ellas, 39 están en A Coruña; 31, en Pontevedra; 17, en Lugo, y
15, en Ourense.
Gracias a la lluvia, los saltos regalan al
excursionista su versión más esbelta. Es el caso, por ejemplo, de O
Ézaro (Dumbría). Esta semana se están abriendo las compuertas del
embalse por el acúmulo excesivo de agua y el espectáculo es formidable.
Algo parecido sucede con las numerosas rutas de
molinos, o maquieiras, que trufan las riberas de los ríos gallegos. El
juego del agua al circular por las canalizaciones se observa en todo su
esplendor con los caudales altos. Un buen ejemplo es el de los molinos
de Segade(Caldas del Reis), en el río Barosa (Barro). La ruta que discurre
junto al cauce incluye los restos de más de veinte instalaciones de este
tipo (algunas bien restauradas), todo un documento etnográfico. Dispone
además de locales de hostelería para refugiarse y reponer fuerzas en el
recorrido.
En Lugo es recomendable la Seimeira de
Vilagocende (A Fonsagrada), espectacular salto de agua del río
Porteliña, con una buena infraestructura creada para admirar la cascada,
de las más pronunciadas de Galicia.
Aprovechar las treguas del cielo será la manera
de disfrutar de la naturaleza gallega esta semana y de aparcar las
excusas para hacer ejercicio, que como dicen los escoceses, inventores y
apasionados del golf, «mañana jugamos, aunque haga bueno».
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