La vía rápida de O Salnés empezó a proyectarse a medida que la Comarcal 550 -entre Vilagarcía y O Grove- y la PO-303, entre Pontevedra y Sanxenxo, por la costa, se empezaban a colapsar de coches, sobre todo en verano.
El primer proyecto del que se tiene constancia lo presentó el entonces delegado provincial de la Consellería de Obras Públicas, Fausto Núñez. Enseguida se crearon dos corrientes de opinión más o menos distintas. Por un lado estaban los que defendían una vía que uniese básicamente Pontevedra con Sanxenxo -considerada por aquel entonces la "Marbella" gallega-, bordeando el monte Castrove.
La otra opción era la defendida desde O Salnés; los alcaldes de estos municipios entendían que la vía rápida tenía que servir para vertebrar la comarca, y que tenían que beneficiarse de ella la mayor parte de ayuntamientos posible, por lo que plantearon dos alternativas distintas.
Se cuenta que el entonces alcalde de Ribadumia, Nené Barral, montó en cólera cuando Xosé Cuiña declaró que posiblemente se elegiría el trazado paralelo a la carretera de la costa a Pontevedra, y que ese monumental enfado jugó un papel importante en la decisión final de la Xunta de Galicia.
Barral era entonces uno de los pesos pesados del PP, lo que le impedió atacar abiertamente a Cuiña en ciertos momentos. Pese a todo ello, no logró uno de sus objetivos, que era que la vía rápida se conectase con el polígono industrial de Cabanelas.
Una vez se eligió el trazado, se construyeron los 17 kilómetros y medio que separan Curro de Sanxenxo. Esa actuación costó unos 30 millones de euros y fue saludada como uno de los mayores hitos de la ingeniería gallega de la época.
Tiempo récord
El proyecto planteaba tres viaductos, veinte pasos elevados y otros 18 subterráneos para dar servicio a las fincas y núcleos rurales. Pese a ello, los trabajos se hicieron en un tiempo récord de 16 meses, y el día de la inauguración -el 24 de junio de 1993-, el entonces conselleiro de Obras Públicas, Xosé Cuiña, destacaba que la puesta en marcha de la carretera sólo se retrasó 25 horas sobre lo previsto.
Muchos consideraban a Cuiña el "delfín" de Manuel Fraga y uno de los hombres más influyentes de Galicia. Así, aquella inauguración se convirtió en un acto festivo que contó con la presencia del propio Fraga y con la música de la banda de Lalín.
Una comitiva formada por 17 autobuses recorrió aquella carretera recién asfaltada, gracias a la cual los vecinos de Santiago de Compostela podrían llegar en menos de media hora a las playas de Pontevedra, según rezaba una de las consignas más extendidas en aquella época.
Tampoco fue una actuación exenta de polémica. Algunos sectores de la comarca la criticaron, alegando que sería un "navajazo" medioambiental a la comarca; también hubo muchos vecinos molestos por la lentitud con que marchaba el pago de las expropiaciones.
Desde entonces la vía rápida no ha parado de recibir más tráfico. En la actualidad se estima que la utilizaban cada día unos 10.000 vehículos, y que esa cifra incluso se duplica durante el verano y los puentes festivos.
A día de hoy la Vía Rápida VR-G .4.1, convertida ya en autovía, AG-41, está conectada a la AP-9 a través del supernudo de Curro, que actualmente se encuentra en ejecución por parte de la Xunta de Galicia.
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