Los peregrinos cruzan la comarca entre viñedos y la sensación de tener enfrente un marco incomparable
Si uno hace el Camino Portugués al revés simula ir a
contracorriente, como si tuviera la sensación constante de perderse. Al
rato desaparece, justo en ese momento en el que uno ha dicho una decena
de veces «buen camino», y sabe que siempre tendrá compañía, aunque sea
diferente a cada paso.
Cuando se avanza de vuelta a Pontevedra, desde
Caldas, los peregrinos, incansables caminantes, se suceden más que a
cuentagotas, a fuertes chorros de agua. Todos saludan, todos se paran a
hablar, y cada uno tiene su propia historia. En el trecho de 10
kilómetros que hay entre la villa termal y San Amaro, en Barro, caben
tantas anécdotas que resulta difícil de imaginar. Añadamos a eso un
paraje de sombras y en contacto con el rural, y el paseo se convierte en
una pequeña -o grande- aventura de desconexión y anonimidad.
El Camino Portugués está en auge. Las cifras
oficiales hablan de 45.000 peregrinos al año. Ayer, se contaban al menos
más de cien peregrinos a la hora, unos cuatrocientos en el tramo
anteriormente mentado. La mayoría lo hace acompañado, sea en pareja o en
grupo. La calma es el ingrediente más habitual en su trayecto. La prisa
no apremia y los madrugones vienen más dados por el calor que pueda
haber ese día que por cualquier otro motivo.
Sorprende la cantidad de extranjeros. Italianos,
germanos, franceses, japoneses... No es descabellado apuntar que al
menos un 50 % de los caminantes que ayer por la mañana avanzaban hacia
Santiago eran de nacionalidad extranjera. Su acento los delata.
En Briallos, las vistas de los viñedos recrean un
paisaje fantástico en el que no pocos se paran. Tres jóvenes checos
preguntan si es «albariño». Es difícil la traducción de «viño do país»
pero parecen -o disimulan- entenderlo. Van ligeros, y dicen que las
vistas les enamoran, que tenemos suerte de poder tener una vía de escape
así. No se le puede negar.
«Somos de Andalucía. Empezamos en Tui y poco a poco
vamos llegando a Santiago. Nos ha sorprendido gratamente este camino, la
verdad. Es normal que cada vez se comente más por ahí adelante que
merece tanto la pena como el francés», comenta Jaime, haciendo de
representante de su grupo de seis personas. Son jóvenes y tenían ganas
de un viaje barato y tranquilo. Habían hecho con anterioridad el
francés, aunque eso parece una constante en todos los que realizan este
trayecto. La gran mayoría ya recorrieran el mentado, o en algún caso el
bautizado como Camino Primitivo. Antonio y los suyos son peregrinos
experimentados, aunque el ocio y el compañerismo los mueven más que la
fe, confiesan.
El camino de vuelta a Pontevedra discurre entre
parras y asfalto. Abundan los tramos rurales que llevan a uno a olvidar
que está a apenas unos kilómetros de las grandes urbes. La señalización
es escasa, pero cumple su función. Serpenteando entre Portas y Barro,
los peregrinos huían ayer del sofocante calor y no pocos se surtían de
suministros en los bares de carretera que han encontrado un filón en
este perfil de visitante.
Manuel y Ana viajan juntos. Son pareja desde hace
varios años y ven en el Camino una oportunidad de conocer otro tipo de
Galicia, la que se vive en los caminos y que permite observarla de
primera mano, a través de los pies y no de los coches o los trenes de
turismo.
A la sombra de una nave abandonada descansan varios
caminantes. Mochilas a un lado y espaldas contra la pared. Salieron de
Pontevedra hace unas horas y aún les queda un buen trecho hasta llegar a
Caldas, pero tienen las ganas intactas. «Somos de Extremadura. ¡Bebemos
un agua y ya nos ponemos de nuevo que hay que llegar para comer!».
Los grupos que realizan el Camino en bici discurren
veloces pero siguen parándose a saludar o preguntar por la distancia
hasta su destino. Es un trayecto muy llano, y el pedaleo se convierte en
algo muy sencillo y de poco esfuerzo.
A contracorriente, pasado San Amaro ya se atisba
Pontevedra. Las caras que uno se va cruzando siempre esbozan una
sonrisa. Las gorras o los sombreros son una obligación, casi tanto como
la mochila con la concha de vieira correspondiente. Paso ligero,
conversación y crema solar. Una vuelta de tuerca al camino.
http://www.lavozdegalicia.es/noticia/pontevedra/pontevedra/2016/07/24/caras-camino-recorrido-reves/0003_201607P24C5998.htm
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