El centro se muestra próximo y moderno, y salvo elementos muy específicos, goza de una salud que pocos institutos comparten
El IES de Barro se sitúa en lo más alto del núcleo de
San Antoniño. Allí, los futuros adultos del municipio pasan los
primeros años de su adolescencia. Se trata de un edificio relativamente
nuevo, erigido en 1999, que a día de hoy alberga un total de 107
alumnos, repartidos en cuatro curtos y cinco clases diferentes.
El centro presume de proximidad y cercanía con sus
chavales, y es que al contar con una plantilla de 18 profesores, el
ratio de alumnos por profesor permite una atención que, en el caso de
los centros urbanos, es difícil que suceda habitualmente. Su directora,
Consuelo Vázquez, aunque prefiere que la llamen Kika, dice que el
instituto puede atender a los alumnos de una forma privilegiada, lo que
mejora su sociabilidad y educación.
Dentro de sus paredes, sus profesores y directivos
han optado por la realización de incontables actividades a lo largo de
todo el año que ayuden a los alumnos a aprender no solo con libros y
exámenes, sino con conferencias, obras de teatro, charlas y
exposiciones. Un acercamiento paulatino a la cultura, que hace que no
solo tengan que memorizar cifras y datos, haciendo que, en muchas
ocasiones, sean los propios chavales los que tomen las riendas y jueguen
o participen dentro de estas actividades. Una exposición en el
vestíbulo del centro o un juego de preguntas sobre el Quijote, son solo
algunos ejemplos.
Ayer mismo, algunos alumnos del IES de Barro fueron
hasta el colegio Amor Ruibal, situado en las cercanías del centro, para
contar cuentos a sus alumnos, creando así sinergias entre las dos
escuelas y apoyando el poder de la lectura.
Son pocos los puntos negativos con los que cuenta el
edificio. Su dirección está a la espera de la reparación de la cubierta
de su pabellón. La humedad y el paso del tiempo ha hecho ciertos
estragos, y aunque el proyecto se encuentra tramitado por la Xunta, las
obras no dan llegado aún al lugar. Por otro lado, el edificio no cuenta
con auditorio o salón de actos, lo que ha obligado a sus profesores a
tirar de imaginación y empeño a la hora de programar actividades que
requieran espacios. El vestíbulo, moviendo bancos y habilitándolo un
poco hace de esta función, y si no se puede, en el patio cubierto del
instituto, se monta un escenario provisional. Que no tener un espacio
adecuado no sea un impedimento.
En el ámbito deportivo, el fútbol siempre será el
deporte rey, pero se tratan de fomentar otros deportes como el voleibol o
el tenis. En su patio, una gran red permanece en alto sobre la que los
chavales van pasando el balón. Recientemente han instalado también unos
altavoces por los que suena música con los éxitos más actuales en las
puertas de la cafetería, donde también se sitúa el tenis de mesa.
¿Aburrimiento? Ni se atisba.
Pocos alumnos, pero muchas ganas de aprender y crecer. No hay mejor filosofía a la hora de entrar en un aula.
http://www.lavozdegalicia.es/noticia/pontevedra/2016/04/30/pocos-alumnos-sinfin-actividades-culturales/0003_201604P30C8993.htm
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