Si uno va hasta la cinegética Monteagudo, en Barro,
un lugar lleno de túneles de madera -técnicamente se llaman así, pero en
realidad son como grandes casitas de madera- donde se crían los conejos
salvajes, las perdices, codornices o faisanes que repueblan luego
montes y cotos de caza de toda Galicia y España, es mejor que no lleve
prisa. Porque hay dos cosas que merecen la pena en este lugar: ser
testigo de la cría de los animales, ver cómo devoran la tonelada y media
de hierba fresca que les proporcionan cada día y cómo las diminutas
crías son amamantadas, y, sobre todo, descubrir la historia de José
Manuel Monteagudo que, junto a su mujer, Celeste Vázquez, fundó el
negocio. Él, de mediana edad, es de esas personas que uno envidia por la
felicidad permanente que emanan.
José Manuel Monteagudo es de Barro. Pero de joven,
para ganarse el pan, se trasladó a vivir a Marín. Trabajaba en un
astillero y su mujer como dependienta. Él era buceador profesional, de
los que retiran cabos enganchados en las hélices de los barcos o hacen
otros apaños a las embarcaciones bajo el agua. Un día, cuando iba a
reparar un barco de madrugada a la zona de Cangas, se quedó dormido al
volante. Su vida cambió aquella noche. Hace ya casi treinta años desde
que esto ocurrió, pero lo recuerda bien: «Tiven un golpe
grandísimo, caín co coche por un barranco e quedei varias horas alí
tirado, ata que recuperei a consciencia. Quedei bastante mal, perdín un
ollo e do outro teño pouca visión», señala.
Tras el suceso, su vida profesional aparentaba rota.
Pero, afortunadamente, le esperaba otra más maravillosa. Monteagudo y su
mujer se trasladaron a vivir a Barro, en principio, para poder cuidar a
su abuela. Pero fue un destino, de momento, definitivo. Por esas cosas
curiosas del destino, José Manuel empezó a criar tres conejas de monte.
Tardó tiempo en coquetear con la idea de montar un negocio cinegético.
Le dio muchas vueltas, algunos pasos hacia adelante y otros hacia atrás
pero, al final, su instalación se puso en marcha.
Da trabajo a diez personas
Ha llovido desde entonces. Cinegética
Monteagudo, según él explica, es un gigante en su sector a nivel
nacional e incluso europeo. Ahora mismo trabajan en las instalaciones,
además de él y su mujer, otras ocho personas. Pero la industrialización
de lo que empezó
«case por casualidade»
no le ha robado el encanto al lugar.
Porque lo mejor de esta cinegética es que, aparentemente y para un
profano en la materia, no recuerda en absoluto a una granja. Es cierto
que los conejos, sobre todo los pequeños, están en nidos de madera y
rejilla. Pero también los hay que pastan libres. Las aves, también en
casas de madera, revolotean en cuanto lo ven entrar. De repente, una
perdiz se escapa. Y José Manuel no se apura en intentar cogerla:
«Déixaa ir, tamén da gusto ver como voan por aí. Ademais aos montes boa falta lle fai, que non quedan case perdices»,
señala
.
José Manuel tiene ahora clientes de toda España. «Afortunadamente
temos demanda tanto de sociedade de caza como de terratenentes de zonas
de Castela ou Estremadura con fincas moi grandes», indica. Por vender, hasta venden concejos a un cliente en Baleares, al que le mandan los animales por avión.
En un momento de la charla con José Manuel, mientras
hace volar un buen número de codornices y uno llega a entender la
congoja que sintió Tippi Hedren en Los Pájaros, la conversación cambia
de rumbo. Y en ella se cuelan dos mujercitas. José Manuel habla entonces
de Ana y de Vera, sus hijas. Celeste y él viajaron dos veces a China
para adoptar primero a Ana y cuatro años después a Vera. Este padre
orgulloso de unas jóvenes que destacan en el colegio y la música,
recuerda bien el momento en el que las conoció: «Ana tiña unha mirada moi intensa, cravoume os olliños nada máis collela. Vera era moi alegre, sorría moito». Recuerda esos momentos y la voz se le entrecorta. «Pónseme a pel de galiña», confiesa. Y no es al único al que le ocurre eso.
Era buceador profesional, sufrió un siniestro de tráfico y se retiró al rural; cría conejos silvestres y es feliz
http://www.lavozdegalicia.es/noticia/pontevedra/marin/2016/05/04/maravillosa-vida-empezo-accidente/0003_201605P4C12994.htm
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