Si uno necesita convencerse de que Galicia, sobre
todo la Galicia rural, tiene un problema grave con la demografía no
necesita bucear en cifras. Le llega con llamar a los colegios pequeños y
que los profesores le cuenten cómo va la matrícula de los niños de
corta edad. Llamada tras llamada, descubrirá centros que se quedan
enormes ante el bajón de las inscripciones. Pero también encontrará
alguna que otra luz entre las sombras. En el caso de Pontevedra y
Arousa, como mínimo, se hace la luz en dos colegios. Se trata de los de
Ardia, en O Grove -oficialmente llamado Valle-Inclán- y del Amor Ruibal
de Barro. Son dos centros fuera de ciudades. Y con instalaciones
normales, nada de otro mundo. Tienen todas las papeletas para estar en
el vagón de los que pierden alumnos. Pero los ganan. ¿Por qué? ¿Qué es
lo que hacen bien? La clave, dicen padres y profesores, está, entre
otras cosas, en los servicios. En ambos casos, tienen dos prestaciones
que, hoy por hoy, la comunidad educativa entiende que son
imprescindibles: plan madruga desde las 7.30 horas y comedor.
Ramón López, el director del colegio de O Grove, habla con voz pausada pero alegre. «A verdade é que nos gusta o feito de que vaiamos a pasar o ano que vén de 11 nenos de tres anos a nada menos que 22». ¿Dónde está la clave, se le pregunta? «Eu
penso que os pais buscan servizos, poder traer aos nenos ao plan
Madruga se teñen que entrar pronto a traballar e contar con comedor. Iso
é moi necesario. Notamos que hai pais que traen aos nenos aquí por eses
motivos. Senón tivésemos eses servizos levaríanos ao colexio que está
máis céntrico no Grove». Una madre, que tiene un hijo en el colegio, le da la razón al 100 %: «Eu
agora mesmo non traballo, pero busco emprego. E necesito que veñan ao
comedor para poder organizarnos na casa, senón é imposible», indica la mujer.
La historia, aunque con algunos matices, es
prácticamente idéntica en el colegio de Barro. Desde el centro están
encantados dado que lograron frenar una tendencia que les acabaría
asfixiando: «Os pais que traballan en Pontevedra
adoitaban levalos con eles. Pero agora moitos xa non o fan, porque temos
plan Madruga e tamén comedor. Igualmente, hai un montón de actividades
extraescolares para aqueles nenos que se teñen que quedar máis tempo no
centro», dice el director. Eso, unido a que el precio asequible
de algunas viviendas llevó a parejas jóvenes con hijos a vivir a Barro,
hizo que la matrícula aumentase un 30 % en los últimos tiempos. El
próximo curso se prevé que haya unos 280 niños frente a los 263
actuales.
El caso de Cristina Silva
Rafael Ruibal, el director, dice que
el mérito, en gran parte, es de los padres. Fue la ANPA la que, en el
2007, puso en marcha el comedor. El servicio empezó casi de forma
anecdótica. Pero ahora da de comer a ochenta alumnos. Cristina Silva, la
actual presidenta de la entidad, señala:
«Notamos que veñen nenos incluso de Pontevedra ou Caldas, porque os pais buscan bos servizos»
. Su propio caso es llamativo. Ella
vivía y trabajaba en Meis cuando matriculó a sus hijos. Sin embargo,
ellos van al colegio a Barro. ¿Por qué? «
O colexio tiña todas as prestacións que eu necesitaba»
. Así que lo vio claro. Y, como ella,
más padres. Según dicen en el centro, en Barro, hasta los maestros con
plaza provisional quieren quedarse. Por algo será.
http://www.lavozdegalicia.es/noticia/pontevedra/barro/2016/05/19/bien-colegios/0003_201605P19C8992.htm
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